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Chávez, viaje a la semilla

Publicado el 6 abril 2013 en Mesa Redonda

Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda [1]

Fotos de  Roberto Garaicoa

Recorre intensamente las palabras de Mariátegui: “El socialismo indoamericano no debe ser calco ni copia, sino creación heroica”, y alude también, en la defensa de sus ideales, al pensamiento de Cristo, del Che, de Marx, de Bolívar, de Fidel… y su voz se expande con fuerza por el suelo anchuroso del sur de América.

Habla de un mundo nuevo justiciero. Habla de él, de cómo se vistió con esa curtida piel de soldado revolucionario y rebelde…

Hugo Chávez, primera parte, la entrevista documental de la serie Presidentes Latinoamericanos, del Canal Encuentro de Argentina, nos regresa a una vida en espiral que el cinco de marzo no se detuvo, sino que generó expansiones sucesivas en quienes, desde hace mucho tiempo, decidieron echar junto a él su suerte.

Quien ponga la mirada sobre la más auténtica izquierda latinoamericana deberá hacerse de este material biográfico que nos adentra en la estirpe de un hombre de boina roja y calada, que puso luz definitiva sobre el destino de Venezuela.

“Aquí en este polígono -dice-, me conseguí compañeros profesionales, militares profesionales en 1978, y al pie de esta montaña comenzamos a conversar. Leíamos el Manifiesto Comunista, a Lenin, a Bolívar… y formamos una pequeña célula de lo que después fue el Movimiento Bolivariano.

En esos hilos tremendos que tejieron sus primeros años allá en Sabaneta, Barinas, se detuvo: “Mi infancia fue muy feliz. Si uno pudiera volver a nacer y pedir dónde, yo le diría a papá Dios: mándame al mismo lugar. A la misma casita de palmas inolvidables, el mismo piso de tierra, las paredes de barro, un catre de madera y un colchón hecho entre paja y goma espuma. Y un patio grande lleno de árboles frutales. Y una abuela llena de amor y una madre y un padre llenos de amor y unos hermanos, y un pueblito campesino a la orilla de un río”.

Hugo habla también de esa mezcla histórica que corporiza a los nacidos en estas coordenadas del mundo: “Somos de una familia de profundas raíces campesinas, africanas e indígenas”. Pero hay más en sus ancestros: “Crecí con el dilema de que no se hablaba de mi abuelo, y luego me di cuenta de que era porque fue un guerrillero revolucionario. Aquí cargo su escapulario, tiene, creo, siglo y medio. Lo usó mi abuelo en la guerra. Él, desde la distancia, me hizo ser más revolucionario y soldado de esta Revolución”.

En esos descubrimientos primigenios, a través de la impronta del magisterio de su padre, alude con cariño a una revista que nombra Tricolor y en la cual comenzó a seducirlo la historia, “y me empecé a enamorar de un tal Bolívar, de un tal Miranda…”.

La secuencia de este material, que tuvo a bien proyectar este viernes la Mesa Redonda, cuando se cumple un mes de su “siembra”, nos conduce igualmente a sus más poderosos sueños: el dibujo y el béisbol. “En mi niñez y adolescencia me acerqué con interés al dibujo, pero luego vino mi pasión por el béisbol. En el liceo, en Barinas, comencé a jugarlo”.

El punto de giro llegó el 8 de agosto de 1971 cuando ingresó, exámenes mediantes, a la Academia Militar. Y allí, en medio de los primeros ejercicios y entrenamientos se dijo: “Esto es lo mío, soy un soldado”.

Detenido en las primeras influencias, esas que penetran de forma definitiva, recordó al vecino de su pueblo José Esteban Ruiz Guevara, quien llegó a decirle que él valía más de mil sindicatos. También marcó su camino Adán, uno de sus hermanos, quien fue miembro del Movimiento de Izquierda Revolucionario y a quien consideró su maestro.

En esta mirada retrospectiva sobre cómo se fue labrando la conciencia de quien añadió más color rojo al mapa, la entrevista documental recoge la valiosa confesión de que en 1974 él escribió: “presenté examen de Matemáticas, en la tarde fuimos al patio a rendirle honores al presidente (se refiere a Carlos Andrés Pérez)… Algún día me gustaría llevar las riendas de la patria del gran Bolívar. Esa fue la semilla”.

Sobre el 4 de febrero de 1992, fecha de resolución épica, comentó: si alguien se dedica, con visión racional, a hacer cálculos probabilísticos sobre ese día, concluiría en que la posibilidad de éxito era casi cero. Hicimos una quijotada, no teníamos ni un centavo, las cúpulas políticas se rajaron…

En esta casi primera hora en la que el Comandante nos permite entrar, como a un amigo, a las fibras íntimas de su volcánica existencia, el líder supremo de la Revolución Bolivariana esclarece también que después de la rebelión cívico-militar se decía que él había entrado infiltrado a la Academia, pero que lo cierto era que el 5 de julio de 1975 salió de allí de subteniente y con un fusil, y con un libro del Che bajo el brazo, “porque salí hecho un soldado rebelde”.

Nota: El próximo viernes, los detalles de esta historia continuarán.

Hugo Chávez, primera parte, la entrevista documental de la serie Presidentes Latinoamericanos, del Canal Encuentro de Argentina, nos regresa a una vida en espiral que el cinco de marzo no se detuvo

Hugo habla también de esa mezcla histórica que corporiza a los nacidos en estas coordenadas del mundo: “Somos de una familia de profundas raíces campesinas, africanas e indígenas”

El punto de giro llegó el 8 de agosto de 1971 cuando ingresó, exámenes mediantes, a la Academia Militar. Y allí, en medio de los primeros ejercicios y entrenamientos se dijo: “Esto es lo mío, soy un soldado”


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