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¿Y la educación formal?

Publicado el 25 abril 2013 en Mesa Redonda

Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda [1]

Fotos de  Roberto Garaicoa

¿A qué llamamos educación formal? ¿Cuánto influye o determina el nivel de escolaridad de las personas en su comportamiento social? ¿Quiénes velan por el respeto a las normas de convivencia social?

Frente a estas interrogantes sobre un tema tan esencial y diverso, por sus múltiples expresiones en nuestra cotidianidad, se puso el espacio radioteleviso de la Mesa Redonda, que este miércoles ajustó el caleidoscopio para abordarlo a través de la mirada aguda y profunda de varias especialistas.

La educación formal, dijo la Doctora María Isabel Domínguez García, directora del Centro de Investigaciones

Psicológicas y Sociológicas (CIPS) del Citma, es una definición propiamente cubana de este fenómeno, es un criollismo que hemos asumido para hacer referencia a lo que en la academia se considera normas de convivencia social, porque la educación formal está circunscrita a la que se da de forma institucional solamente.

¿Alguien las escribe? ¿Cómo es que se convierten en patrones? “Hay algunas, precisó, que se regulan por la Ley, otras son las instituciones quienes las conceptualizan para impedir desajustes en el comportamiento en este escenario, y están aquellas, que son las más, que se han ido creando al ritmo de la propia interacción social, en la propia autorganización de la vida de una comunidad, en un contexto determinado… y que se transfieren de una generación a otra”.

¿Cuál es el alcance de estas prácticas? “Unas son más universales, pero también se observa, argumentó la directora del CIPS, que están muy determinadas por el contexto: la familia, los grupos, los centros laborales y estudiantiles, las zonas rurales y urbanas, y hasta cada época tiene las suya propias, lo que no quiere decir que no hayan patrones más generales compartidos por todos, que permiten la convivencia colectiva”.

¿La instrucción hasta qué punto influye? “No hay una relación lineal entre el grado de instrucción y el de educación, pero sí repercute favorablemente. En la medida en que hay una democratización de la instrucción, esta se convierte en un bien público que no se acompaña en toda su dimensión con la cultura. La educación formal se centra sobre todo en el respeto al otro, al medio ambiente…”, refirió la experta.

¿Podemos hablar de crisis de valores que se expresa en el resquebrajamiento de estas normas? En opinión de la Doctora María Isabel Domínguez, “el tema de si hay pérdida de valores o si estos se modifican es polémico, y no debemos dar una última palabra sobre ello. Lo cierto es que entre los valores y las normas de convivencia social hay una relación estrecha, recíproca. También podemos hablar de que algunos se modifican, otros se deterioran y unos cristalizarán en nuevas coyunturas”.

En un reporte que trascendió en esta hora de reflexión, la Doctora Graziella Pogollotti sumó al análisis que la educación tiene como punto de partida el respeto muto entre los seres humanos, y en ese propósito la familia y la escuela tienen un rol esencial. Y en la medida que se rebaje la disciplina y la exigencia, en cualquiera de estos escenarios, pues ello tendrá un impacto negativo en el respeto.

¿Y el respeto a las palabras, qué lugar ocupa en este entramado? La Doctora Nuria Gregori Torada, directora del Instituto de Literatura y Lingüística José Antonio Portuondo, hizo énfasis en que las conductas verbales también son definitorias, porque a través de ellas comunicamos nuestra forma de ser, de pensar.

“Cuando una persona se dirige a otra expresa sentimientos, por ello debemos ser más cuidadosos. Por eso existen normas lingüísticas que facilitan y ordenan también la convivencia social, la hacen posible”, añadió.

“La ausencia de saludos, la descortesía, no pedir una cita previa antes de ir a un lugar o no informar que harás una visita, son evidencias de falta de educación formal”, ejemplificó la especialista, quien también destacó que en el caso del uso del tú y el usted, ello depende de la jerarquía en el tratamiento. También subrayó que es de mal gusto emplear términos como mami, papi, tía o abuela para dirigirte a alguien con quien no tienes esa relación filial.

¿Las malas palabras? “No puede ser una moda la obscenidad, y se aprecia que hay quien tiene un rico vocabulario vulgar y carece de la belleza y riqueza que tiene nuestra lengua. Pues quien abuse de ellas y las emplee con naturalidad, solo estará demostrando lo poco que tiene en su cabeza”, manifestó la directora del Instituto de Literatura y Lingüística.

Sobre términos como compañero, doña, señor, dijo: “Ninguno es incorrecto y se pueden usar indistintamente y con el mismo propósito. La palabra compañero quien le hizo rechazó fueron los no revolucionarios en Cuba, que decían que quienes así se llamaban eran los bueyes; también pasó algo similar con don y doña, porque cuando se acabó la esclavitud a los negros y negras se les permitía que los llamaran así, y la burguesía empezó entonces a rechazar estas palabras, no les gustaba que los trataran de igual manera”.

¿Cuánto hace el Instituto de Literatura y Lingüística para que mejore nuestra conducta verbal? “Es un tema que involucra a todos, por ello trabajamos con las universidades, con los pedagógicos, con la prensa… para establecer relaciones interdisciplinarias con este objetivo. Tenemos también hecha una política lingüística”, resaltó la Doctora Nuria Gregori.

¿Es un problema generacional? ¿Se da solo en los jóvenes? ¿Qué han podido comprobar en las investigaciones que han realizado?, preguntó la coordinadora general de la Mesa Redonda, Arleen Rodríguez Derivet, a la periodista Yailin Orta Rivera, jefa del Departamento de Corresponsales del diario Juventud Rebelde.

“Es un tema tremendo, al que nuestro periódico en no pocas ocasiones le ha pasado el escalpelo, y lo ha hecho con el espíritu y vocación de nuestros medios masivos de comunicación de alertar, denunciar, prever, educar… En estos trabajos hemos podido pulsar que se trata de un fenómeno que no es privativo de la juventud, que no es exclusivo de los más nuevos”.

“Cuando se ha puesto luz, destacó la joven periodista, sobre las lógicas de comportamiento arbitrarias a la civilidad, se ha constatado además que no solo se da en el orden individual, sino que tiene expansiones sucesivas en la colectividad, así como que atraviesa tangencialmente toda la cotidianidad”.

Es criterio de esta reportera que cuando existen desgarramientos en las buenas prácticas establecidas en el consenso social, algo falló en las raíces, en la familia. “Martí hablaba de la importancia de la cuna, de donde venimos, y es por ello que las investigaciones periodísticas han comprobado que en no pocas ocasiones cuando hay un joven “desajustado”, algo falló en el cultivo de ese espíritu, en la maduración de su conciencia, y la familia es quien más determina en la modulación de su conducta, en la formación de su carácter”.

También se advierte, refirió Yailin Orta, que el grupo es determinante, porque el joven busca la manera de legitimarse, y en dependencia de cómo se piense, se reproduzca y se proyecte ese grupo, pues él actuará en consecuencia.

“El contexto igualmente tiene un peso muy trascendental, dijo la joven, ya que los seres humanos se adaptan, y si en este lugar tiene un acomodo natural la violación de las normas de convivencia social, pues entonces los que allí se relacionen reproducirán esos antivalores. Por ello es tan crucial que no haya pasividad ante lo incoherente”.

Según sus palabras, tampoco pueden estar inertes ante esta realidad las instituciones que deben hacer cumplir la Ley, y aquellos que tienen el rol de regular, porque en la misma medida en que se constaten repuntes, reincidencias y tendencias en esta problemática, se evidencia que algunas de las instituciones del tejido social no hizo lo que le correspondía para mantener los equilibrios del sistema.

“En este apartado se insertan los medios, que tienen la responsabilidad de cumplir también la Ley primera de nuestra República, que martianamente escrita, refrenda que es la defensa a la dignidad plena del hombre, y esto pasa por legitimar la decencia en todos los espacios de interrelación”, comentó la panelista.

“Me complace mucho, cuando he recorrido otras provincias del país, argumentó, ver los avances notables en las ciudades, en su urbanidad, porque sé que la belleza siempre dignificará al ser humano. Porque la belleza debe ser consustancial al Socialismo”.

¿La escuela cubana, cómo se proyecta sobre este fenómeno? La Doctora Enia Rosa Torres Castellanos, directora de Formación del Personal Pedagógico del Ministerio de Educación, explicó que en la escuela todo tiene que educar, por ello debe estar bella, ordenada… y el director tiene una responsabilidad determinante en ello.

¿Curricularmente se influye también en la educación formal? “Desde primero a cuarto grado los niños dan una asignatura que se llama El mundo en que vivimos, en la que se refuerzan los valores para vivir armoniosamente en la sociedad, y luego de quinto a noveno grado reciben Educación cívica, en la que, como su nombre lo indica, las normas y patrones de conducta adecuados tienen una gran presencia en el plan de estudio”.

La directiva destacó que también cada centro docente del país tiene un reglamento escolar, que posee la particularidad, por la propia importancia del contexto, de que lo confeccionan sus colectivos, sus trabajadores, para que se ajuste a sus realidades concretas.

“El respeto, como mencionó la Doctora Graziella Pogollotti, es un valor que nosotros no podemos dejar de intensificar en la formación. Desde el propio reglamento se intenciona este trabajo, porque este constituye en el proceso educativo de los estudiantes una especie de antesala del cumplimiento y el respeto a las leyes del país”.

La Doctora Enia Rosa Torres, en su intervención, no pasó por alto la proyección del maestro, por la trascendencia y el impacto que tiene en los estudiantes la manera en que se conduce su más importante referente en ese espacio.

“Estamos hablando de una figura determinante, como lo puede ser la familia, en la educación de ese niño, de ese adolescente, de ese joven, por ello el Mined no baja la guardia en esto.

“Ahora también tenemos mejores condiciones en la formación de nuestro personal docente, ellos pasan de tres a cuatro años preparándose en sus carreras, no es como hace un tiempo atrás, en que pasaban un año en las aulas y luego pasaban a la práctica intensiva en las escuelas”.

La directora de Formación del Personal Pedagógico del Ministerio de Educación insistió en que la ética de nuestros maestros y profesores es vital en un asunto como la educación formal, por ello no podemos dejar de exigir y de controlar los procesos formativos.

¿A qué llamamos educación formal? ¿Cuánto influye o determina el nivel de escolaridad de las personas en su comportamiento social? ¿Quiénes velan por el respeto a las normas de convivencia social?

La ausencia de saludos, la descortesía, no pedir una cita previa antes de ir a un lugar o no informar que harás una visita, son evidencias de falta de educación formal

¿Las malas palabras?. No puede ser una moda la obscenidad, y se aprecia que hay quien tiene un rico vocabulario vulgar y carece de la belleza y riqueza que tiene nuestra lengua

No hay una relación lineal entre el grado de instrucción y el de educación, pero sí repercute favorablemente

¿Es un problema generacional? ¿Se da solo en los jóvenes? ¿Qué han podido comprobar en las investigaciones que han realizado?, preguntó la coordinadora general de la Mesa Redonda, Arleen Rodríguez Derivet, a la periodista Yailin Orta Rivera, jefa del Departamento de Corresponsales del diario Juventud Rebelde


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