El programa Corazón Adentro de la Misión Cultura fue creado el 26 de abril de 2008 por la sensibilidad del presidente Hugo Chávez.

Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda ^[1]

Fotos: Roberto Garaicoa

Para más de 5 000 miembros de la Brigada de Instructores José Martí, los contornos del alma no son trazos indefinidos, porque moldean esencias y nutren la identidad de un pueblo a partir de las resignificaciones de lo intangible. El arte fue el sendero anchuroso que escogieron para transformar y profundizar en los saberes populares y ancestrales que prefiguran la vida de los venezolanos.

El programa Corazón Adentro de la Misión Cultura fue creado el 26 de abril de 2008 por la sensibilidad del presidente Hugo Chávez ^[2], quien supo entender cuánto dignificaba al ser humano la democratización del conocimiento y la formación cultural en las áreas de danza, teatro, música, artes plásticas, literatura y cine.

A ese hermoso empeño se sumaron los cubanos. Primero llegaron al Distrito Capital y al estado de Miranda; al año siguiente se activó en Barinas, luego en Portuguesa y Anzoátegui (2010), en 2012 se incorporaron en Táchira, Zulia y Vargas, hasta que la experiencia se fue multiplicando en disímiles parroquias de más de 11 estados de la República Bolivariana.

Los cooperantes de la Isla rápidamente entendieron la importancia de restaurar, mediante el arte, la calidad de vida en comunidades y barrios venezolanos. Los colaboradores de la patria de Martí, junto a más de 1 500 animadores nacionales, han realizado  casi cien mil actividades a las que han asistido millones de personas.

Entre las labores encomiables de los colaboradores  está la conducción de miles de talleres de apreciación y creación, que han contribuido a enriquecer la cultura general e integral del pueblo bolivariano. También han propiciado la participación intencionada de adolescentes y jóvenes en las actividades; y  promovido en los barrios una filosofía de paz, el respeto a lo diferente, la tolerancia y la amistad, siempre con el propósito de aprender  y enseñar sin imposiciones, y de ayudar a robustecer  la espiritualidad de esta nación.

Los nuestros han brindado lecciones técnico-metodológicas para, por ejemplo, montar un espectáculo; pero también han aprendido de tradiciones ancestrales de Venezuela. La función fundamental de los brigadistas ha sido asesorar a los animadores para que el arte, en sus distintas variantes, se propague articuladamente en la comunidad, como un sistema.

Uno de esos apasionados con la tarea fue Nemesio Omar Leffeité, quien impulsó las labores comunitarias. “La comunidad nos aceptó muy bien y colaboraron en todos los proyectos que realizamos. Los resultados del trabajo fueron muy buenos y contribuimos a mejorar las condiciones de vida de la gente”.

Entre los objetivos de las misiones, destaca, está mantener y rescatar valores sociales desde la cultura con nuestra presencia en los lugares más difíciles. “Por eso trabajamos de forma intensa desde la cultura popular, y proveemos las herramientas técnico-metodológicas, pero son los venezolanos los que las usan desde sus experiencias. La labor va dirigida a todos los grupos etáreos para que perciban la cultura comunitaria como algo esencial”.

Los jóvenes, puntualizó Anilia Moreno, están a la cabeza de muchos proyectos, y es gratificante observar los resultados, “porque no solo trabajamos como instructores de arte, sino que colaboramos con los pobladores en diversos proyectos”.

Señaló que hasta la fecha se han incorporado a esta labor “cientos de hombres y mujeres que fungen como promotores culturales, que trabajan desde el proceso de comprensión de la cultura, y gracias a su labor la Misión Cultura Corazón Adentro está presente en las instituciones educativas pero también en espacios no convencionales como casas de familias. “Es decir, se abrieron espacios que antes no eran utilizados y que a través de los animadores culturales se fueron transformando”.

Lo que uno aprecia en esta hermosísima obra, destacó la brigadista Lizzette Martínez, es la voluntad que tiene el Gobierno Bolivariano de ofrecerle un camino para vivir con decoro a su pueblo. “Es un trabajo de amor, y por dondequiera que pasamos aprendimos y dejamos la semilla”.

Llamó la atención además sobre el hecho de que el 57 por ciento de quienes han compartido esa honrosa misión tienen menos de 30 años. “Esta es una vivencia en la que uno crece y no hay libros ni recetas para a través de la cultura llegar al corazón”.

Los cooperantes de la Isla rápidamente entendieron la importancia de restaurar, mediante el arte, la calidad de vida en comunidades y barrios venezolanos.

Uno de esos apasionados con la tarea fue Nemesio Omar Leffeité, quien impulsó las labores comunitarias.

Entre los objetivos de las misiones, destaca, está mantener y rescatar valores sociales desde la cultura con nuestra presencia en los lugares más difíciles.