Por: Ana Hernández, Del Blog Guajiritasoy
Cerca de las costas de Barbados, un día, el Sol se hundió en el mar mucho antes de que el cielo vendara sus ojos, solo habían transcurrido ocho minutos del despegue del avión cubano 455 del aeropuerto de Guyana.
El gigante metálico se dirigía hacia Cuba con 73 pasajeros, entre ellos el equipo nacional de esgrima, pilotos, aeromozas, estudiantes guyaneses y una niña.
La primera explosión fue un fogonazo fulminante, pavoroso, el pánico acudió alos rostros de todos, excepto el de la pequeña, el interior de la nave se convirtió de pronto en un torbellino, el fuego se propagó y el humo llegó con él.
De pronto la nube de cenizas envolvió todo el avión, dentro de él todavía existía vida luchando por sobrevivir, unos permanecían inmóviles aferrados a las cámaras de oxigeno como náufragos a la orilla, otros corrían en cortos espacios de humo, sangre y escombros.
Cuando el Sol se hundió en el mar todo anunciaba ser un día bello. Ese seis de octubre de 1976 una aeronave cubana cayó a ese mar frente a las costas de Barbados, victima de un atentado organizado por terroristas como Luís Posada Carriles y Orlando Bosch.
Hoy, a 35 años de aquella barbarie todavía los terroristas siguen impunes, confabulando, entre juegos y tertulias como ver caer el Sol de nuevo.
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