Los inspectores de estas instituciones revisarán el cumplimiento por parte del Gobierno griego de lo estipulado en el plan de rescate acordado en octubre por los líderes y los bancos europeos y mantendrán una serie de encuentros con el ministro de Finanzas griego y con otros altos funcionarios del país.
Entre otras cosas, a las autoridades griegas se les exigirá la derogación del convenio colectivo entre patronal y sindicatos que garantiza a los trabajadores un salario mínimo. Asimismo entre los temas de la agenda de la troika está la subida de los impuestos indirectos y la tasación de transferencias bancarias.
Mientras tanto, en el intento de pagar su enorme deuda Grecia condena a su pueblo a apretarse cada vez más el cinturón. La semana pasada el Parlamento de ese país ratificó el presupuesto para 2012 que consolida la política de austeridad exigida por sus acreedores internacionales. Según este presupuesto, el gasto público se reducirá en 5.000 millones de euros gracias al recorte de los salarios públicos, las pensiones y el presupuesto de la educación.
La política de ajustes todavía no ha solucionado la situación, pero sí que provocó multitudinarias protestas que han sacudido al país durante varios meses. Los despidos en masa y un incierto futuro aguardan a la sociedad griega. Los ciudadanos aún no encuentran una respuesta a la pregunta de por qué deben ser ellos los que tienen que responsabilizarse por los despilfarros cometidos por el Gobierno. “Los bancos están tratando de salvarse y esperan a que los contribuyentes vengan a pagar sus cuentas”, señala Christoph Hoerstel, un asesor de negocios.
Mientras que el Banco Central, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional buscan rescatar a Atenas con un tramo de la ayuda financiera que asciende a 130.000 millones de euros, la amenaza de una catástrofe económica planea sobre un importante porcentaje de los europeos. Así hay quienes opinan que si no funciona esta arriesgada táctica, el desastre podría abarcar a toda la UE, que por primera vez desde su creación corre el riesgo de desintegrarse.
La reciente cumbre en Bruselas mostró ciertas grietas en la fortaleza del Viejo Continente. El Reino Unido renunció a la propuesta de Francia y Alemania de reformar el Tratado europeo imponiendo un control más rígido de los presupuestos. Por enérgicas que sean estas medidas, en la opinión de varios economistas son demasiado tardías para cambiar significativamente la situación. Así Arjo Klamer, catedrático de economía de la Universidad Erasmus de Róterdam, opina que “tomará años llevar a cabo estas enmiendas, porque todos los integrantes tendrán que aprobarlas y ya no serán oportunas para afrontar la crisis”.
El Viejo Continente está esforzándose para mantener a flote la economía. Sin embargo, entra en el nuevo año con viejos problemas. Y aunque hay tiempo para evitar el desastre financiero, es muy poco probable que los ciudadanos sean capaces de arrastrar eternamente las consecuencias de las decisiones que toman sus dirigentes.
(Con información de RT)
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