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Afganistán: la guerra del fracaso

Publicado el 3 marzo 2012 en Noticias

Un comando de las Fuerzas Especiales de Operaciones dispara su arma durante un ejercicio en AfganistánPor: J. Jesús Esquivel, Revista Proceso [1]

Barack Obama miente, le oculta a los ciudadanos estadunidenses lo que realmente ocurre en Afganistán, el país que Washington invadió en 2001. Ésta no es la acusación de algún enemigo de Estados Unidos sino de un militar de alto rango de su ejército, que recorrió la nación asiática y pudo constatar, entre otras, tres cosas: que las tropas estadunidenses no controlan absolutamente nada, que el gobierno local es un pantano de corrupción y que los talibanes están de regreso y, según la opinión de muchos afganos, dominarán el país a partir de 2014.

La campaña militar de Estados Unidos en Afganistán es un fracaso y el gobierno de Barack Obama oculta esa verdad, denuncia el teniente coronel estadunidense Daniel L. Davis, quien luego de realizar el año pasado un recorrido por la nación asiática y entrevistar a políticos y militares, desmiente muchos mitos respecto a la guerra.

“¿Cuántos hombres más deben morir por respaldar una misión que no tiene éxito y por dar sustento a un arsenal de más de siete años de declaraciones de optimismo por parte de altos funcionarios de Estados Unidos en Afganistán?”, se pregunta.

Aparecido en la edición de este mes del Armed Forces Journal (AFJ, publicación mensual del Pentágono), el artículo recoge las reflexiones del militar que ponen en tela de juicio las afirmaciones del gobierno de Obama respecto de lo que ocurre en Afganistán: “Lo que vi no es la semblanza rosada de las declaraciones de los jefes militares de Estados Unidos sobre las condiciones en Afganistán”, apunta Davis en su texto, Verdad, mentiras y Afganistán. Cómo nos han desmoralizado los jefes militares.

Sostiene que pasó casi 12 meses recorriendo unos 14 mil 500 kilómetros en Afganistán para hacer una crónica que reflejara la verdad de lo que ha dejado a su paso la invasión ordenada el 7 de octubre de 2001 por el entonces presidente George W. Bush. Davis visitó las provincias más conflictivas y peligrosas para los militares estadunidenses: Kandahar, Kunar, Ghazni, Khost, Paktika, Kunduz, Balkh y Nangarhar, entre otras.

“Al iniciar esta misión tenía la esperanza de confirmar que eran verdad las afirmaciones del gobierno, que mejoraban las condiciones en Afganistán y que los gobiernos locales y sus soldados progresaban para hacerse autosuficientes”, subraya Davis en su artículo.

Para su análisis de la situación en Afganistán, y por encima del discurso oficial del gobierno de Estados Unidos, entrevistó a unos 250 militares, desde soldados rasos hasta jefes de grupos especiales. También habló con decenas de funcionarios afganos del gobierno de Hamid Karzai y con jefes de tribus de varias regiones del país.

Cuenta que durante su recorrido fue testigo de las dificultades que enfrentan las tropas estadunidenses para ayudar al gobierno de Karzai a pacificar y estabilizar al país: “Escuché muchas historias de cómo los insurgentes (talibanes) controlan virtualmente todo el territorio que escapa del ojo de la Fuerza Internacional de Asistencia de Seguridad (ISAF, por sus siglas en inglés)”, abunda.

Destaca que en las provincias que visitó no encontró evidencias que sustenten lo que propaga el gobierno de Obama respecto a que los gobiernos locales tienen la capacidad de satisfacer las necesidades básicas de sus ciudadanos. “En algunas ocasiones fui testigo de que incluso las fuerzas de seguridad de Afganistán están coludidas con los insurgentes”, enfatiza.

Pese a que el militar hace estas anotaciones sobre la realidad de Afganistán y habla de la falacia que propaga el gobierno de Estados Unidos, en su artículo aclara que la mayoría de los informes recolectados durante su viaje fueron entregados a sus superiores y al Congreso y catalogados como “informes clasificados”.

Policía pasiva

Para ilustrar las conclusiones de su artículo relata un incidente ocurrido a mediados de enero de 2011, durante su visita a un escuadrón estadunidense de caballería en la provincia de Kunar. Al llegar a las sede local de la Policía Nacional de Afganistán (PNA) Davis supo que dos horas y media antes se había recibido el reporte de un ataque talibán.

Davis preguntó cuál es el protocolo de la PNA cuando ocurre un ataque como el reportado y si en un caso así se forma un escuadrón especial para perseguir a los talibanes. “No los perseguimos; sería peligroso”, le respondió el encargado de la PNA en la provincia de Kunar.

Davis se lo contó a un jefe militar estadunidense y éste le aclaró que “sólo en raras ocasiones” la PNA abandona sus puestos para ir en busca de insurgentes. “En esa parte de la provincia los talibanes literalmente son libres”, destaca Davis en su artículo.

Da cuenta de situaciones similares en otras provincias, donde comprobó que los talibanes regresaron.

Por ejemplo: “En junio de 2011 me hallaba en el distrito de Zharay en la provincia de Kandahar”, escribe, “cuando de pronto escuchamos los disparos de un ataque de los talibanes a un puesto militar estadunidense como a dos kilómetros”. Los jefes militares del Pentágono en Zharay veían una transmisión en vivo, vía satélite, del ataque.

Para evitar que los talibanes se aceraran más al puesto militar atacado, la PNA había colocado dos vehículos que bloqueaban el acceso por una de las calles principales. “De pronto y gracias a la transmisión en vivo, vimos cómo de la nada surgían dos insurgentes en sendas motocicletas”, escribe Davis. “En los monitores vimos cómo los dos libraban el bloqueo, se acercaban a los miembros de la PNA y éstos no hacían nada para detenerlos”, añade.

Culpa de Estados Unidos

En su recopilación de testimonios con líderes de las provincias afganas e incluso con representantes del gobierno de Karzai en zonas de alto peligro, Davis resalta que la mayoría de la población achaca el aumento e intensidad de ataques talibanes a la presencia de las tropas de Estados Unidos. Además acota que entre la población afgana es sabido que los talibanes están de regreso y que son autoridad en la mayoría de las provincias.

En otro de sus recorridos Davis afirma que cuestionó a un funcionario local sobre la capacidad de la PNA para contener o enfrentar a los insurgentes: “Definitivamente la PNA no tiene la capacidad para detenerlos o contenerlos; en esta región todo mundo sabe que muchos efectivos de las fuerzas de seguridad de Afganistán han establecido acuerdos con los talibanes y que incluso pelotones de las ISAF no atacan a los rebeldes para no ser atacados por ellos”, contestó.

Davis cuenta que una noche de septiembre, cuando casi se cumplían 10 años de la invasión de Estados Unidos, a unos 700 metros de una base estadunidense un escuadrón talibán secuestró y asesinó frente a sus padres a un soldado afgano de 27 años. “Ese asesinato ocurrió a la vista de la base militar de Estados Unidos, la que nominalmente es responsable de la seguridad del área. Si esto pasó aquí, imagínense la inseguridad de la población que no está a la vista de las tropas de Estados Unidos”, dice.

Otro aspecto que destaca en el texto es que la mayoría de la población afgana considera que en 2014 –cuando saldrán de Afganistán todos los soldados de Estados Unidos, según promesa de Obama– el país volverá a ser dominado por los talibanes. Esto, asegura Davis, porque Washington no se atreve a aceptar que por su desdén a los grupos insurgentes, “de 2002 a 2009 los talibanes han recuperado poder gracias a los problemas que ha causado la corrupción del gobierno de Karzai y porque Washington ha ignorado esta situación a propósito”.

En su artículo Davis reta a sus superiores en el Pentágono y al gobierno de Barack Obama a decir la verdad sobre Afganistán. Aunque su texto aún no ha tenido eco en el Capitolio, sí ha sido retomado por algunos medios, como la revista Rolling Stone.

Proceso buscó una entrevista con el teniente coronel Davis, pero éste se negó pues, dijo, tendría que aprobarla el Pentágono, que le ha prohibido hablar con los medios. Sin embargo señaló que una forma de intercambiar puntos de vista con él es a través de su cuenta de Twitter: #DavisAFJ.

“Probablemente no soy el único que ha notado esta discrepancia entre lo que sostienen los discursos oficiales y la realidad en Afganistán”, remata Davis antes de apuntar que no ha recibido ninguna reprimenda por lo que publicó en el AFJ.


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