Dos reuniones previas en Nueva York concluyeron sin la aprobación del texto que deben rubricar los mandatarios de unos 115 países que ya confirmaron su asistencia y en total los representantes de unos 190 de los 193 Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas.
Durante tres días, los negociadores trataran de lograr lo que no pudieron antes. De volver a fracasar, entonces tocará a los jefes de Estado y/o Gobierno participantes llegar al consenso sobre el documento final, que se espera marque las pautas para la instalación de un modelo de desarrollo sostenible.
Muchas naciones no quieren caer en la trampa de la economía verde, título rimbombante encontrado por el sistema capitalista para darse un maquillaje, a fin de presentarse con una nueva cara, pero con los mismos métodos de antaño, elevados aún más con la exacerbación del consumismo y la depredación ambiental.
El concepto de economía verde tiene alcance insuficiente y limitado, pues prioriza el pilar económico, y en éste solo esferas como la economía, el transporte y los desechos, consideran expertos y especialistas.
Asimismo, prosiguen, excluye las políticas macroeconómicas, no aborda los cambios estructurales en la economía global y relega a un segundo plano los problemas de naturaleza social y ambiental en general.
Por ello, para buena parte de la humanidad resulta imprescindible modificar los actuales patrones de producción y consumo si queremos la supervivencia del planeta, hoy más al borde del abismo que hace 20 años, cuando se efectuó la Cumbre de la Tierra, en el mismo escenario que acogerá ahora la Río+20.
En esa ocasión y en un trascendental discurso, el 12 de junio de 1992, el entonces presidente cubano, Fidel Castro, apuntó que “una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre”.
Es necesario señalar que las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente. Ellas nacieron de las antiguas metrópolis coloniales y de políticas imperiales que, a su vez, engendraron el atraso y la pobreza que hoy azotan a la inmensa mayoría de la humanidad, sostuvo.
De ahí que el líder de la Revolución cubana llamara a que “cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos, cesen la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño. Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo”.
Dos décadas después poco se ha hecho y el peligro de extinción de la especie humana es hoy aún mayor. Esperemos que esta vez, el mundo consiga entender la urgencia de salvar el planeta y con él al hombre.
(Con información de Patria Grande)
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