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De Alepo, Siria, pocos saben y muchos divulgan falsedades

Publicado el 14 diciembre 2016 en Noticias,Política

Satanizar al gobierno sirio, negarle el derecho a defender su propia nación y obviar de esta manera la realidad de los alepinos, es una constante y contribuye a extender la difícil y dramática situación en la que fuera la mayor ciudad de esta nación del Levante.

Las continuas algazaras sobre Alepo ofrecen testimonios que alientan incoherentes llamados por los derechos humanos mientras que ni un solo funcionario de Naciones Unidas recorre los destruidos barrios de la ciudad.
Prensa Latina comprobó, aunque pocos puedan creerlo en el mundo occidental o fuera de él, que en la zona occidental de la urbe mantenida por el Ejército sirio, reservaron dos pisos exclusivamente en el hotel Shahba, para marcar su presencia.

Sin embargo, en la zona oriental de Alepo impera la destrucción y fue allí donde desde el 2012, los grupos terroristas asumieron el control de todo y convirtieron escuela y hospitales en almacenes de armas y municiones, con reservas de alimentos escamoteados los pobladores y que, coincidentemente, fueron enviados por la ONU.

El hotel Shahba está indenme, posee servicios de Internet y rara vez carece de fluìdo eléctrico y está catalogado como un cinco estrellas en medio de un caos habitacional que ahora intenta enmendarse.

Sólo en una ocasión los terroristas se equivocaron y lo atacaron con proyectiles de mortero. No pasó nada más. Los funcionarios de Naciones Unidas protestaron y los ‘padrinos’ occidentales y regionales como Arabia Saudita o Qatar, llamaron a contar a los extremistas.

Esos mismos funcionarios, junto a varios reporteros de medios occidentales, prestaron particular atención a los ‘salvamentos humanitarios’ de los llamados cascos blancos, un presunto grupo de auxilio vinculado al Frente para la Conquista del Levante, antes Al Nusra.

Fue y es aún hoy una forma de ‘auxiliar’ o avalar los argumentos de quienes son considerados por Estados Unidos ‘los moderados’ en la guerra impuesta a Siria desde hace cinco años.

Hace apenas unas horas el ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Jean-Marc Ayrault, pidió que los observadores de la ONU esten presentes en la evacuación de civiles y radicales -no dijo terroristas- de Alepo.

En un tono repudiado por los sirios y no solo por el gobierno de Bashar al Assad, afirmó que Francia exige la presencia de esos observadores para tener una garantía de que la evacuación de los civiles es una prioridad y también para que los combatientes no sean masacrados.

Entonces ¿qué hacen en el hotel Shahba los funcionarios de Naciones Unidas con dos pisos reservados?, pero además, ¿quien le dijo al señor Ayrault que el Ejército sirio y sus milicias aliadas pretenden masacrar a los extremistas armados que aún se mantienen en los barrios de Zebdieb y Seif Dawleh junto a otras personas que definen como sus familiares?, se preguntan testigos.

En un primer momento esos funcionarios cifraron a los supuestos familiares en cinco mil pero ahora no comprueban ese número con certeza y sabotean cualquier evacuación negociada por las Fuerzas Armadas sirias y no con otros factores.

En cambio, en las calles y barrios de Alepo oriental están presentes varias asociaciones de caridad como ‘Ihsan’ y ‘For Aleppo’, cuyos activistas ayudan a los civiles y reparten mantas, ropas, pañales y leche en polvo.

Junto a ellos, se hallan los trabajadores de la Media Luna Roja Arabe Siria, quienes realizan similares tareas unidos con representantes del Centro de Coordinación para el cese del fuego en la base rusa de Hemymin y personal de salud nacional y de Rusia.

En Yabreen, a unos 15 kilómetros al norte de Alepo, las autoridades sirias mantienen un albergue para refugiados, alejados de las zonas destruidas y donde están cobijadas centenares de personas.

Najib, Amín y Un Ahmad, una mujer con sus cinco hijos, ofrecieron testimonios demoledores del horror vívido en los territorios controlados por los terroristas y cómo les impedían evacuarse y apenas les ofrecían, vendidos a precios exorbitantes, algunos alimentos.

Aún en medio de una derrota inminente de los extremistas armados, las potencias occidentales tratan una y otra vez de imponer sus concepciones en el seno de Naciones Unidas y el mundo, e intentan salvarlos a toda costa.

Satanizar al gobierno sirio, negarle el derecho a defender su propia nación y obviar de esta manera la realidad de los alepinos, es una constante y contribuye a extender la difícil y dramática situación en la que fuera la mayor ciudad de esta nación del Levante.

(Con información de Prensa Latina)


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