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Pesas infieles

Publicado el 28 junio 2017 en Noticias

Como en toda actividad ligada a la acción humana, hay excepciones pero, en materia de instrumentos de medición, penosamente, son minoría

Como en toda actividad ligada a la acción humana, hay excepciones pero, en materia de instrumentos de medición, penosamente, son minoría

¿Compro en libras o en kilogramos? ¿Es la pesa aliada o enemiga del consimidor? Acercamiento a una realidad  que preocupa a ambos lados del mostrador.

Si la báscula [1] pesara el robo, Sancti Spíritus pudiera competir por el récord Guinness de la mala medición; si ahora mismo se aplicara una encuesta sobre la calidad de ese servicio, el mal pesaje sube al podio olímpico; si a escala popular se indaga sobre la pesa y el que la maneja, hasta los muertos desconfían.

Como en toda actividad ligada a la acción humana, hay excepciones pero, en materia de instrumentos de medición, penosamente, son minoría. Al menos, es la conclusión de Escambray luego de balancear un asunto tan sensible de la agenda pública con vendedores, administrativos, clientes, directivos, supervisores y especialistas de la calidad, la normalización y la metrología.

Los criterios son tantos y variados que harían falta toneladas de ponderales para equilibrarlos. “Llevo 11 años en la placita y nunca he tenido problemas con el pesaje”; “El que roba es porque quiere, no lo justifica la antigüedad de la pesa”; “Compré el arroz en la bodega y me faltaron 3 libras, fue a reclamar una persona mayor de la casa y le dijeron: ustedes siempre con lo mismo”; “En la Feria de Sancti Spíritus te matan, bajan el precio, pero compensan la ganancia en la pesa”, “El robo se hace fácil por el desconocimiento del pueblo”, “Después que está la mercancía en el plato, acomodan la medida en el brazo a golpes de cuchillo”…

Aunque no es atribución de la prensa comprobar instrumentos ni el pesaje, en los lugares visitados predomina ver la paja en el ojo ajeno y se percibe tolerancia y conformismo por parte de muchos clientes; pero no se trata de convocar una guerra, solo de defender el cacareado derecho de la protección al consumidor, de reclamar la totalidad de la mercancía por la que se paga, casi siempre, precios nada baratos.

Por supuesto, el problema no está en el cliente, en todo caso él es la víctima del robo, pero si el público dominara más esta asignatura las jugadas en las pesas no fueran tan fáciles, el consumidor se preocuparía, por ejemplo, de que la pesa esté en posición horizontal y tenga el sello amarillo de verificada.

Según la Dirección Provincial Integral de Supervisión, el conformismo de algunas personas llega al extremo de negarse ante el pedido de un inspector para comprobar la mercancía que adquirió. Tal práctica va en sentido contrario al enfrentamiento a este mal generalizado.

Nadie pone en duda que para muchos comerciantes, la pesa se convirtió en un divino tesoro porque, no satisfechos con los precios de la mercancía, le quitan producto [2] y más dinero al consumidor a través de la medición, acto reprochable desde todos los puntos de vista. Basta de culpar al período especial y la pérdida de valores al salario que no alcanza.

De la magnitud del fenómeno dan fe las estadísticas de la Dirección Provincial Integral de Supervisión. En el 2015, por la aplicación del Decreto No. 227 ante afectaciones al consumidor, se impusieron 9 694 multas con un importe de 851 315 pesos; por violaciones en las pesas las multas a través del Decreto No. 155 sumaron 4 002 y 6 190 pesos.

De poco sirve decir que ambas acciones de inspección crecieron de un año a otro, cuando conocemos que ya en el primer mes del 2016 la imposición por iguales daños roza las 900 multas. Ante tal cometido no puede esgrimirse que los inspectores no actúan, vale admitir también que las ilegalidades en esta actividad tocan las nubes, que faltan control administrativo y más denuncia popular.

Ningún municipio escapa a esta enfermedad y, mientras la parte supervisora aprecia una situación menos crítica en placitas, bodegas y mercados, lo que no quiere decir que está erradicado el problema, el panorama alarmante ocurre en las ferias populares de todos los territorios —la violación mayor es la falta de peso en la mercancía— y en los puntos de venta particulares. Miremos un dato: en el sector no estatal se ejecutaron el pasado año apenas 124 servicios de verificación de instrumentos de pesaje. Me pregunto, ¿será solo un desinterés intencional o contará también el desconocimiento de trabajar bajo las regulaciones establecidas?

Directivos de la Unidad Territorial de Normalización (UTN) en Sancti Spíritus insisten en que la desinformación y la falta de cultura militan entre las causas principales del fenómeno y alertan que si no se instruye a la sociedad se seguirán lacerando estas relaciones comerciales.

Los especialistas de la UTN sostienen que, pese a la longevidad de la mayoría de los instrumentos, siguen siendo bien utilizados, una garantía para la medición correcta. Se trata de ver el pesaje como una parte esencial de la calidad del servicio que se brinda al pueblo.

Si una debilidad tiene la medición en la provincia es la falta generalizada de pesas de comprobación, carencia que engorda la desconfianza en los clientes, máxime cuando intentan revisar el pesaje con el vendedor de al lado. De nada vale tener equipos en esa función si no están bien identificados, fuera del alcance de la vista pública, como apreció Escambray en el mercado industrial El Convenio, de la ciudad espirituana.

En el Mercado Agropecuario Estatal número 9, en el barrio de Colón, funciona una experiencia alineada con la protección al consumidor: la pesa de comprobación señalizada y, además de las listas de precios en cada área, una pizarra de conversión de unidades, verdadera ayuda para el público a la hora de entender la medición en el brazo de la pesa. ¿Qué limita mostrar esa conversión donde quiera que trabaje una pesa?

Es llamativo que en los diversos establecimientos que visitó el semanario no apareciera constancia escrita de una queja del cliente por este concepto; sin embargo, consumidores, dependientes y administradores admiten algún que otro reclamo verbal. ¿Por qué será que las personas, aun con la sospecha de que les dieron menos, toleran y callan? ¿Que no existan reclamaciones oficiales es sinónimo de que en ese lugar no haya problemas en la pesa? A otro con ese cuento.

El país comienza a incluir en los planes de la economía la modernización tecnológica de dichos instrumentos y se habla de políticas para ampliar la cobertura del envasado de productos. La provincia lleva tres años ejecutando altos niveles de verificación de equipos de pesaje a través de la UTN, cuya expresión visible es la colocación de un sello amarillo que declara el instrumento apto para el trabajo. La pesa que carezca de tal sello no puede estar en servicio, hacerlo es una violación de la Metrología legal.

Pero la verificación es la fotografía de un instante, por eso en el día a día toca a las administraciones velar y responsabilizarse más con la calidad del pesaje, operación respetada en cualquier lugar del mundo, pero en el territorio convertida muchas veces en una patente de corzo, funcionando como si fueran las pesas de Don Pío.

(Tomado de Escambray [3])


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