Por: Natasha Sánchez

Tengo un recuerdo grabado y cuando se acerca tan gloriosa fecha, viene a mi mente. No había nacido, pero se hablaba mucho del suceso durante mi niñez, y con el tiempo lo llegué a visualizar como si lo hubiese vivido.

Un fuerte ímpetu revolucionario impulsó a miles de combatientes a luchar contra un enemigo bien armado. Mi papá se encontraba entre los jóvenes, que dieron el paso al frente.

Se despidió con una sonrisa, como siempre se ha caracterizado, muestra de ese optimismo el cual lo hace vencedor. Fueron horas de angustia, siguiendo las noticias por el radio.

Cuando pasaron los años y se hablaba del tema, atiborraba a mi papi con preguntas sobre la invasión. Sentía mucho orgullo de ser hija de aquel muchacho que había empuñado un fusil con tan poca edad y escasa o ninguna experiencia combativa. Siempre complaciente conmigo, trataba de disipar las dudas de mi mente. Disfrutaba ensimismada sus vivencias mientras el las amenizaba, yo cerraba mis pequeños ojos y dibujaba sus recuerdos haciéndolos míos.

Fue así como crecí con la imagen de la victoria, de los momentos vividos por quienes no cedieron ante la amenaza y aún mantienen esa resistencia. Un pueblo que diariamente tiene su propio Girón.

(Tomado de Tribuna de La Habana ^[1])