La Habana, que el próximo año cumplirá medio milenio, ocupa un lugar destacado en la historia de la telefonía.

En primer término, fue en esta urbe, exactamente en el Teatro Tacón, actual Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, donde en el ya lejano 1849 tuvieron lugar los primeros experimentos telefónicos conocidos, realizados por el italiano Antonio Meucci, a quien tras largas disputas le fuese reconocido el mérito de ser el inventor del teléfono.

Mas también la capital ostenta otra importantísima primacía. En la noche del 31 de octubre de 1877: se estableció allí la primera comunicación telefónica en lengua española de que hay noticia, de ahí su trascendencia para la historia de las telecomunicaciones iberoamericanas. Ocurrió apenas siete meses después de que a Alexander Graham Bell le fuera otorgada la patente de su teléfono.

Tuvo lugar entre el Señor Don Juan J. Musset desde el cuartelillo de los Bomberos del Comercio, situado en la calle San Ignacio No. 108, entre Luz y Acosta (actual 209) con su esposa, que se hallaba en su casa de la calle Amargura No 21, a escasa cuadras del lugar.

Según el periódico La Voz de Cuba, del 1 de noviembre, uno de sus colaboradores había presenciado “el singular espectáculo de una conversación que en viva voz, y no muy alta por cierto” que habían sostenido Musset y su esposa.

Respecto al experimento y al aparato empleado se decía que era un teléfono:

“…un alambre muy fino que corre de uno a otro extremo de la línea, y cuyas puntas terminan en unas cajitas de unas diez pulgadas de largo, cinco de ancho y tres de alto. (Cada) cajita tiene una especie de boquilla muy parecida a la campana de un clarinete, pero más chica. El que quiere hablar (por) el instrumento acerca esta boquilla a la distancia de media pulgada, poco más o menos, de sus labios, y emite su voz como en una conversación ordinaria; mientras que el que oye en el otro extremo de la línea, aplica a su oído la boquilla de otro instrumento igual, y percibe las palabras con toda claridad.
En el experimento (…) la conversación duró muy cerca de una hora, y tomaron en ella parte varias personas, entendiéndose perfectamente bien lo que se decía en ambos extremos de la línea. En medio de la conversación, el aparato que funcionaba en la calle de la Amargura se colocó encima de un piano con la boquilla descansando encima del encordado, y después de haber tocado un rato el instrumento, preguntado el Sr. (Musset) si se había oído bien el piano, contestó inmediatamente; ′se ha oído perfectamente; han tocado Vds. Las Malagueñas′. Y así era, en efecto.”

Los dos aparatos con que se hizo esta prueba eran del tipo de Graham Bell y fueron suministrados por el Doctor Enrique Hamel, inspector de telégrafos del Cuerpo de Bomberos del Comercio.

Con la finalidad expresa de darle publicidad a tan trascendental hecho fue convocada una demostración pública del uso del teléfono el 2 noviembre de ese mismo año, entre los mismos puntos en que se había efectuado la conversación precedente. A la cita acudieron autoridades del gobierno colonial, periodistas y personalidades diversas, entre ellos el Doctor Nicolás José Gutiérrez, presidente de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.

Se conoce por las crónicas que varios de los presentes hablaron por teléfono en español, francés e inglés. A ello se sumó la transmisión de varias piezas musicales interpretadas al piano por una hija del Señor Musset, así como unos toques de corneta.

Desde el 2 de noviembre del 2009, una placa conmemorativa situada en la fachada de la vivienda de Amargura número 101A entre Cuba y San Ignacio, en La Habana Vieja, nos recuerda aquella primera conversación telefónica en el idioma de Cervantes.

(Con información de Radio Rebelde ^[1])