Allí, donde crece esbelta la palma y flotan los colores de la que jamás ha sido mercenaria con la intensidad de las nostalgias y el mañana, se dibujó con profundos relieves el lienzo humano de una realidad marcada de esperanza por aquellos de bala y empeño: niños-hombres de barbas encrespadas y melenas dispersas sobre los hombros rebeldes, y muchachas con vuelo de mariposa y el poderío de la altivez y fortaleza del alma.
Cómo volcar en verbo avezado lo que sienten millones de cubanos que ven en ti, entrañable Fidel, a un padre más allá de las dimensiones humanas, cómo se explica el cariño y la gratitud de un pueblo entero al que le enseñaste el verdadero valor de la libertad.
Filmado durante los primeros momentos de la larga entrevista que le realizara el destacado intelectual Ignacio Ramonet para su libro de conversaciones con él, el documental Yo, Fidel Castro, un joven rebelde, realizado por Axël Ramonet, resume en 55 minutos, los primeros años de la vida del líder histórico de la Revolución Cubana, sus memorias, sentimientos y aprendizajes, hasta el ingreso a la Universidad, donde se hizo revolucionario, como él mismo confesó tantas veces.
En un yate con capacidad para 8 tripulantes, 82 cubanos liderados por Fidel entraron a Cuba el 2 de diciembre de 1956 decididos a ser “libres o mártires”, de esta historia hablan, este viernes, en la Mesa Redonda, El Cuate, su dueño original; el director del Museo de la Revolución donde se guarda la reliquia y un fotógrafo testigo del tránsito de la nave por la historia de Cuba.
Dijo Miguel Barnet en un escrito que le dedicó a Armando Hart cumplió 70 años: “Fue un año providencial para el movimiento cultural cubano. Él fue situado donde hacía falta, ahí donde había que desbrozar las malas hierbas, donde había que erradicar el arribismo y la mediocridad, y lo hizo con elegancia, con cautela, sin cercenar cabezas, más bien sacando del hueco a aquellas que iban a rodar, y poniendo a un lado rencores y revanchas.”
La primera vez que lo vi, según recuerdo, era muy pequeña y mi padre me llamó la atención, pues “cuando Fidel hablaba, todos debíamos hacer silencio y escucharlo atentamente”. Esta fue una de las lecciones que me marcaron para toda la vida, tal vez porque gracias a ello comencé a idolatrar al hombre de barba blanca, siempre vestido de verde olivo y botas altas.