Este sábado, todas las razones conducen a la Plaza

María Elena Alvarez Ponce, Servicio Especial AIN

Plaza de la Revolución durante un desfile del 1 de mayo. Foto archivoQue me perdonen El Morro y su farola, La Fuerza y su Giraldilla, el Prado con sus leones, el Malecón y tantos otros símbolos indisputables de La Habana, pero, más que identificar, la Plaza de la Revolución “José Martí” define, no sólo a esta pequeña gran ciudad y sus habitantes, sino a toda una nación.

¿Cuántas veces hemos pisado esa explanada imprescindible para los ojos y el alma? Los habaneros, sí, y también compatriotas llegados de Cuba entera para un desfile o una concentración, y hasta quienes visitan la Isla en plan de turistas y acaban sumándose a la multitud, deseosos de ser y hacer parte de la historia y de atrapar con el lente el corazón vivo de un pueblo, antes que volver a casa con una de esas fotos de viaje, lindas como postales.

¿Qué a qué hemos ido? Pues, nos han llevado la alegría, la reafirmación, el deber cumplido, el justo reclamo, el dolor, la indignación, la denuncia, el desafío, la solidaridad, también la música –como en aquel inolvidable Concierto por la Paz en septiembre de 2009— y hasta la proverbial hospitalidad de este pueblo y la fe religiosa, en ocasión de la histórica visita a Cuba del Papa Juan Pablo II.

Allí hemos llorado y despedido a muchos de nuestros muertos, y celebrado victorias en cruciales batallas y oído hablar a grandes personalidades de nuestro tiempo; allí hemos cantado al amor, la esperanza y la vida, y hemos sido consultados y tomamos y conocimos importantes decisiones; allí van los pioneros cada 28 de enero, para festejar el cumpleaños de su amigo, el hombre de “La Edad de Oro”.

Poderosísimas razones han guiado por más de medio siglo nuestros pasos hacia una Plaza que, como la capital, es de todos los cubanos. Nos han convocado siempre las mejores causas, los ideales más nobles, los más sagrados principios y valores.

A esa Plaza estamos llamados a volver este sábado, y por una razón aún mayor, que junta en un haz a todas y explica por qué ese espacio tan sobrecogedoramente enorme termina siempre quedándole chiquito a un pueblo, que en todos estos años jamás ha faltado y ha hecho de cada cita un combate por su Revolución.

A defenderla iremos, para seguir haciéndola, con el corazón henchido y tan empinado, como aquellos fusiles que hace 50 años, puños milicianos alzaron para proclamar que no había vuelta atrás, que la hora del Socialismo había llegado y que para Cuba esa senda jamás tendrá por destino la derrota.

Participar será, más que nunca, un honor, el privilegio de sabernos protagonistas de algo muy, pero que muy grande y hermoso, probablemente irrepetible, y de marchar por todos los que quisieran estar este 16 de abril en la Plaza para rendir homenaje a una epopeya, cuyas dimensiones y trascendencia formidables el tiempo no ha hecho sino confirmar.

Mirémonos en el espejo de otros, contemplemos de norte a sur y de este a oeste esta pésima copia del circo romano en que se ha convertido nuestro mundo y preguntémonos qué habría sido de Cuba y qué tendríamos que ofrecerles hoy a nuestros niños y jóvenes, sin aquella victoria demoledora en las arenas de Playa Girón, 50 abriles atrás.

Son esas respuestas las que nos guiarán a la Plaza, con idénticas energía, convicción y firmeza, no importa la edad, pues hayamos o no vivido aquellos días, hasta un niño sabe cuánto estuvo entonces en juego, lo que pudo perderse y en Girón fue preservado.

Cómo no saberlo si es la obra de estos años, imperfecta, sí, mas no por ello menos descomunal. “Ni tantito así” podrán arrebatarnos. A un futuro en Revolución jamás renunciaremos y, por sobre todas las cosas, es por ese futuro que iremos este sábado a la Plaza, para que Cuba tenga por siempre abriles de victoria que celebrar.

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