Murdoch sería culpable de pinchaduras, pero lo peor es su imperio

Por: Emilio Marín, ALAI, América Latina en Movimiento

Los Murdoch ante el Parlamento BritánicoHoy declara el magnate australiano-estadounidense en el Parlamento británico. Ojalá que no le pregunten sólo por las escuchas ilegales sino también por su frondoso imperio mediático. Esto último es lo peor de todo.

Rupert Murdoch es un octogenario multimillonario que nació en Australia pero se nacionalizó estadounidense con el favor del presidente Ronald Reagan. Este no fue un amor a primera vista con Estados Unidos sino un paso pensado para poder adquirir medios de comunicación allí, donde existía este límite (a repasar los neoliberales argentinos que durante años vieron bien que se vendieran las licencias de TV y radios a norteamericanos, mexicanos y españoles en Directv, parte de Clarín, los canales 8, 9 y 11, etc). En Washington, el nacido en Melbourne debió firmar los papeles de ciudadano.

La asociación con el presidente cowboy es una prueba de que esa cadena de medios australianos, británicos y norteamericanos tenía una fuerte relación con lo más beligerante del imperialismo. Antes que con Reagan, había cultivado el vínculo con Margaret Thatcher. Y después con George W. Bush, cuya invasión a Irak apoyó desde los periódicos como The Times, The Sun y The Wall Street Journal y sobre todo por la TV, con Fox News. Comparada con esta ultraderechista fundada en 1996, la CNN parece Telesur…

Murdoch tenía su coranzoncito bien ubicado a la derecha, de allí las simpatías citadas. Pero su negocio también debía tener en cuenta a partidos circunstancialmente enfrentados con aquéllos. Por eso el hombre no tuvo escrúpulos en promover a Tony Blair en Londres y a la demócrata norteamericana Hillary Clinton. Flexibilidad le llaman algunos, oportunismo otros. Capitalismo mediático es esa rutina de poner fichas en todas las columnas.

Pero no cabe dudar de cuál era y es el pensamiento político del dueño del conglomerado. Que haya mantenido hasta hoy al fascistoide José M. Aznar como en el consejo de administración de News Corporation, corrobora que ideológicamente no hubo péndulo sino rigidez. Hace unos años que sus sensacionalistas The Sun y News of The World, habían sido investigados por denuncias. Sus periodistas habrían pinchado teléfonos de víctimas de secuestros, artistas, elementos de la decadente realeza, parlamentarios, etc, buscando la primicia. Tal investigación, a cargo de Scotland Yard, fracasó. Ahora se puede tener más claridad sobre las causas de ese traspie investigativo, pues los dos jefes de la policía británica debieron dimitir alcanzados por el escándalo. El domingo 10 de julio el periódico sospechado, News, cesó de publicarse, como intento patronal de que cesaran las denuncias. Unas 4.000 personas habían sido espiadas por aquel dominical ícono del periodismo color amarillo estridente, como el que usa el PRO de Mauricio Macri (su Policía Metropolitana tiene en sus uniformes y gorras cierto aire a Scotland Yard). Algunos de esos casos fueron muy dolorosos, como el espionaje sobre una niña secuestrada y luego asesinada en 2002, cuyo teléfono fue espiado por los cronistas del News.

El monopolio

Esas prácticas de un periodismo sin principios, orientado por obtener “la exclusiva” para pisar cabezas de competidores, vender más y ganar más plata, ha puesto en problemas a Murdoch. Diez de sus colaboradores y ex colaboradores han sido encarcelados y luego liberados bajo fianza y con obligación de testimoniar ante la justicia.

Su directiva de News International, Rebekah Brooks, luego de ser detenida e indagada por la policía, fue citada junto a Murdoch y su hijo James, a comparecer hoy ante el parlamento. Va estar buena esa cita si los legisladores buscan profundizar en los temas, en vez de ceder al morbo y el sensacionalismo que caracteriza a los medios investigados.

Por ejemplo, sería interesante ahondar en la relación de Scotland Yard y el grupo, que pagaba a jefes policiales para acceder a datos de las investigaciones y las víctimas de delitos. El jefe de policía Paul Stephenson y el subjefe John Yates debieron renunciar. El primero hizo su carrera en los grupos antiterroristas de la policía y había llegado a ese cargo en 2009, luego que su antecesor, Ian Blair, debiera dimitir por el alevoso fusilamiento del inmigrante brasileño De Menezes en el Metro.

Stephenson y Yates contrataron de asesor de Scotland Yard a uno de los ex directivos de News, ahora detenido. Su argumento fue que así tendrían más ligazón con Downing Street (residencia del primer ministro David Cameron). No estaba mal el cálculo, porque por entonces el jefe de prensa del gobernante era otro ex directivo del Murdoch, Andy Coulson. “Una mano lava a la otra y las dos lavan la cara”. Esta vez no funcionó porque el rostro de News tenía costras de mugre que no salían ni con cepillo de acero. Su propietario decidió mandarlo al muere porque buscaba capear el temporal y finalizar exitosamente la compra del resto del paquete accionario de la cadena satelital, Sky, de la que tenía el 39 por ciento.

En el actual destape del asunto News jugó un rol decisivo su competencia, The Guardian. ¿Habrá sido por un culto a la verdad en el periodismo, o también un deliberado intento de golpear a la competencia? Como sea, Murdoch estaba en graves faltas y a él deberían adjudicarse los delitos, si se comprueban (no es por salvar a la pelirroja Brooks y otros nueve detenidos, que deberán rendir cuentas). Por ahora las balas pican cerca del propietario pero hieren sólo a sus empleados…

En política ha quedado dañado Cameron, conservador, y sale beneficiado su contrincante laborista, Ed Miliband. Este reclamó una ley contra la concentración de medios como la de News Corp.: “tenemos que examinar esta situación, en la que una persona puede poseer más del 20% del mercado de diarios, además de las plataformas Sky y Sky News”. El cronista le recomienda que lea e importe la ley argentina de medios, nº 26.522.

Discípulos en Buenos Aires

Al margen de las investigaciones en curso, que deberían arrojar conclusiones y provocar procesos judiciales, lo que este escándalo deja en la superficie no son sólo los métodos aberrantes de cierto periodismo. Sin ir más lejos, un pequeñísimo discípulo de Murdoch, que este no conoce, es el chimentero Luis Ventura. A raíz de su crítica fascista contra Fito Páez, la televisión pública mostró una entrevista suya con Luis Majul, otro que bien podría haber trabajado para News Corp., donde le reconoce disponer de una suma de dinero para comprar información confidencial y usarla según convenga, con poder de chantaje a las vedetongas y la fauna tinelliana.

Lo peor de Murdoch no es el amarillismo ni los pactos espurios con la policía sino el monopolio de los medios de comunicación en varios países. ¿A cuánto alcanza ese poder? Una idea: Forbes lo ubica como el súperrrico nº 117 del mundo. Una nota de Juan Antonio Cantos Bautista (El imperio de Rupert Murdoch, 19/09/2010) arriesgaba una cifra que parece un tanto exagerada: “queda claro que Murdoch es uno de los mayores poderes mediáticos globales -controlando el 73% de la información mundialmente disponible a través de sus diversos operadores-“.

No vaya a creerse que el magnate sólo se enriquecía con el semanario sensacionalista británico. Tiene mucho más, entre otros el Dow Jones, sitio especializado en economía y finanzas, y su eco gráfico, The Wall Street Journal. Esa publicación es expresión concentrada del mercado bursátil y especulativo neoyorquino y ha tenido una línea hostil hacia los gobiernos argentinos. Su corresponsal Mary Anastasia O´Grady escribió allí el 25 de abril pasado que “pocos expertos confían en que la Argentina pueda soportar otros cuatro años de demagogia y progresivo autoritarismo”.

Que Clarín y “La Nación” publiquen cosas sobre el caso es pura hipocresía. Es que ambos no “untaron” a jefes policiales sino muy posiblemente a los dictadores para apropiarse de Papel Prensa. Clarinete no puede citar el poderío del hombre en problemas, toda vez que tiene 260 licencias de radio y TV. Es un imitador tercermundista, con inversión del Goldman Sachs.

Para esos monopolios, todo es según el cristal con que se mire. Por eso “Gaceta Ganadera” no le dio mucha cobertura al caso Murdoch el lunes 18 de julio. Su editorial de ese día se refirió a la prensa…cubana. Titulado “El acoso a la prensa cubana”, denunciaba una supuesta “persecución oficial de los periodistas independientes”, “detenciones arbitrarias de corta duración, golpizas, campañas de descrédito, persecuciones”, etc.

Los Saguier-Mitre no podían terminar su editorial sin criticar a Cristina Fernández: “el gobierno argentino, siempre renuente a denunciar las graves violaciones a los derechos humanos de los Castro, debería tomar nota de esta auténtica lucha por los derechos y las libertades, y brindarles su respaldo”.

El lunes 18 el tema era Murdoch, pero “La Nación” quería hablar de Cuba. Una noticia cubría a la otra, con ganancia para el capitalismo global y mediático.

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