Nueva York se bloquea sin metro

La ciudad de Nueva York quería olvidar rápido el paso de Sandy. Pero la vuelta a la normalidad en la mayor metrópolis de EE UU se frustró. La suspensión del servicio de metro obligó a los vecinos de la Gran Manzana que cogieron el coche o el autobús a cargarse de paciencia, atasco que también sufrió Wall Street, que tuvo reducir la velocidad de sus operaciones bursátiles por los problemas de conexión entre el parqué y los centros de datos.

En medio del atasco, emergía con fuerza el debate sobre la necesidad de que Nueva York disponga de un sistema de protección similar al de otras ciudades para hacer frente a este tipo de imprevistos. “Vamos a aprender de esto”, aseguraba el gobernador Andrew Cuomo, “somos vulnerables”. El demócrata considera que el aumento en la frecuencia de temporales extremos en la región es una realidad, “por eso debemos anticiparnos y modificar la infraestructura actual”.

Las pérdidas por la tormenta en EEUU rondan los 15.000 millonesCuomo admite que proteger las zonas más bajas de la ciudad, las más expuestas a las crecidas de la marea con los temporales, requerirá un esfuerzo financiero “masivo”. Eso no quita que se inicie una reflexión a largo plazo sobre cómo se debe rediseñar el sistema. Un debate que comenzó ya tras el golpe devastador del huracán Katrina, en el golfo de México.

La tempestad, que se cobró 30 vidas en la ciudad de Nueva York, puso en evidencia los problemas de conectividad que tiene un área urbana que abarca a 15 millones de habitantes, contando con los suburbios en Nueva Jersey al otro lado del río Hudson y de Connecticut al norte de la isla de Manhattan. Solo el metro lo utilizan a diario 5,3 millones de personas. También estuvieron suspendidos durante la mañana los de trenes de cercanías.

Entrar a Manhattan por los acceso del East River para ir a trabajar fue muy complicado, por no decir imposible. En los tramos cortos era más fácil y rápido ir andando. El tráfico se bloqueó en las principales arterias en Brooklyn, Queens y Long Island. El servicio de autobús público empezó a operar el martes por la tarde al abrir los puentes, pero a primera hora de la mañana ya se podía observar a la gente amontonada en la paradas.

Si la ida al trabajo fue complicada, la vuelta a casa iba a ser todo un reto. El colapso de la vida cotidiana metió más presión a los gestores de la red de transporte en Nueva York, que esperaban empezar a abrir algunas líneas ya el jueves, también con carácter muy limitado. No habrá servicio por debajo de la calle 34 en Manhattan, porque antes de debe sacar el agua de los túneles. La restauración completa llevará varios días más.

El otro punto clave era abrir el Midtown Tunnel, que tuvo que ser cerrado por primera vez en su historia tras la crecida. Tampoco funcionaba el transbordador a Staten Island. El otro gran problema era la falta de electricidad, que afectó a 800.000 abonados en la ciudad de Nueva York y los suburbios y que tuvo un efecto dominó en la actividad cotidiana de los hogares y negocios. Esa era la segunda gran prioridad para la ciudad.

Tampoco para ellos había un calendario claro. Los vecinos que evitaron el apagón vivían en zonas no afectadas por la crecida o en edificios con generadores. Una imagen llena de contrastes de un Manhattan dividido en dos que se escenificó con el toque de campana en Wall Street, que volvió a operar tras dos días de suspensión entre bloques de edificios completamente a oscuras en el distrito financiero, donde ni siquiera funcionaban los semáforos y el tráfico estaba cortado.

Michael Bloomberg, el alcalde, se acercó al parqué de la Bolsa neoyorquina para escenificar la vuelta a la normalidad. Seguía en pie la celebración del Maratón de Nueva York este domingo, aunque Central Park permanecía cerrado por la caída de árboles hasta el fin de semana. Los problemas de transporte sin embargo provocaron la cancelación del partido que mañana debían disputar de la NBA entre los Brooklyn Nets y los Knicks.

Entre tanto, los aeropuertos de John F. Kennedy y de Newark en Nueva Jersey operan desde primera hora del miércoles, aunque de forma muy limitada. No así el de LaGuardia, el tercero más importante del área metropolitana, donde la situación era incierta. La crecida de la noche del lunes lo convirtió literalmente en un lago. Hasta que este aeropuerto no abra, será muy difícil que el tráfico aéreo pueda recuperar la normalidad en la costa Este.

(El País)


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