La penúltima hora del berlusconismo
ncombustible. Inatacable. Inefable. Sabedor de que nadie muere en la víspera, se aseguró infinitas veces de que el día de la víspera no pasara nunca, de que la aguja se detuviera en el segundo anterior, de que a la campana no le llegara su instante. Y cuando a Silvio Berlusconi le llegó su hora, tuvo a mano el argumento (¡justo él!) de la “responsabilidad” para estirar, para decidir él la duración de ese segundo final que terminará, dice, sólo cuando la ley de estabilidad, el paquete de austeridad requerido por la Unión Europea, esté aprobada. Recién ahí se irá, no se sabe si camino a su casa o camino a la cárcel, Il Cavaliere.