Invicto Comandante: La orden de zarpar
El despacho parecía estar a la sombra de un árbol. La luz apenas penetraba por los ventanales de cristal, afianzando esa sensación de los espacios sin configuración temporal. Tal vez alguien habituado reconozca las horas del día por los matices del reflejo de la luz en los objetos sobre el escritorio, las paredes de ladrillo color ocre, o la transparencia del aire en la habitación. Recuerdo a Fidel en ese ambiente, quizás como el roble que daba sombra a cuanto lo rodeaba, con toda su historia sobre los hombros, enfundado en el traje de campaña guerrillera, la gorra puesta bajo techo.