Indignados: Regreso al kilómetro cero

Indignados meditandoLa acampada se va, el movimiento continúa”. Con esta advertencia, los indignados levantaron los campamentos de la mayoría de plazas españolas a finales de junio pasado. Y, por el momento, el 15-M está demostrando que cumple sus promesas. Después de la manifestación del 19-J, la unión de las siete marchas indignadas, procedentes de todos los puntos cardinales del país, se convertirá esta tarde en otro de los momentos más relevantes de la historia de la ‘SpanishRevolution’. El domingo, además, el centro de Madrid volverá a ser escenario de la tercera gran concentración del movimiento: miles de ciudadanos, juntos de nuevo, contra la crisis.

Noroeste: “En Sol habrá lágrimas, muchas lágrimas”

“¡Con los pies cocidos no nos damos por vencidos!”. Con gritos de ánimo como este, los indignados del noroeste -gallegos, asturianos y castellanoleoneses- consiguieron llegar ayer al municipio madrileño de Majadahonda, la última parada de su ruta antes de llegar a Sol.

Al llegar al parque Colón de la localidad, casi un centenar de personas dejaba atrás una caminata de más de 500 kilómetros, muchas horas de calor y miles de anécdotas. Incluso aumentaron la familia con un pequeño gatito abandonado, adoptado por un marchante de Vigo y que fue bautizado como “Indi, de indignado”.

“Nos encontramos alcaldes geniales. El de San Adrián del Valle (León) nos cedió una piscina y nos invitó a vino y el de Riego de Ambrós (León) nos dejó un parque con cerezos en el que podíamos coger la fruta”, recuerdan Cristian Rivas, Miguel González y Andrea Portela, tres amigos que se conocieron en la acampada de A Coruña.

Con sus chalecos amarillos y sus banderas autonómicas, partieron de la ciudad gallega el pasado 25 de junio. Por el camino, casi un Camino de Santiago en sentido inverso, el grupo fue aumentando. Y lo mismo ocurrió en la vía asturiana.

“Conquista asturiana”

“El del Puerto de Pajares fue el tramo más emocionante porque simbolizaba la conquista asturiana de la Meseta”, recuerda Arturo, uno de los marchantes que partió de Avilés el 30 de junio. “Fue uno de los días más duros, pero había tanto ánimo que la marcha se duplicó”, añade.

Miguel Ángel Sáez, uno de los cocineros de la marcha indignada, se unió a ellos ya en Benavente (Zamora). “Soy un nómada que ignora a banqueros y políticos. No estoy indignado, estoy feliz de ver que la gente ha reaccionado. ¡Al fin veo mi sueño cumplido!”, exclama. A sus 53 años, espera con emoción el momento en el que hoy se unirán todas las columnas en el kilómetro 0 de Sol. “Habrá lágrimas, muchas lágrimas”, aventura.

Ayer no hubo lágrimas, pero sí emoción. Una veintena de indignados recibió a sus compañeros de la ruta con aplausos, abrazos y besos. El lema de “El pueblo unido jamás será vencido” se volvió entonces más fuerte. Poco después, sólo tuvieron fuerzas para comer y caer rendidos a echarse la siesta.

Ya por la tarde, participaron en los talleres preparados para la ocasión: música, customización de camisetas y un cine fórum antes de dormir. También hubo tiempo para trabajar en las comisiones y celebrar una asamblea. Porque, como advertían en su pancarta de cabecera, hoy tomarán “el Sol”.

Suroeste. “No podemos esperar soluciones sentados”

“¿Habéis traído polvorones para el camino?”, comenta entre risas José Miguel Barrero, mientras camina con sus compañeros de ruta. Este marmolista de Losar de la Vera, en Cáceres llegó a Navalcarnero caminando. Lo cierto es que las ampollas y rozaduras en los pies le obligaron a volverse a casa en un primer intento por hacer la marcha completa desde su casa en Losar. Pero eso no fue suficiente para detenerle. Hace tres días salió de Sotillo del Real y anduvo hasta la casa de Mariana de la Calle, de 67 años, que le acogió para “colaborar de alguna manera más con la causa”. Esta asegura que le va “a echar mucho de menos”.

Tan sólo dos han llegado caminando a Navalcarnero para realizar el penúltimo tramo de la marcha. La idea inicial era que los indignados de los pueblos del suroeste y de Extremadura hicieran el mismo recorrido, pero finalmente se acercaron en automóviles hasta Móstoles, donde se esperó a los caminantes en la vía verde por la que llegaron con sangría y buen ánimo. Además, ya en la ciudad se realizó un pasacalles y otras actividades festivas para prepararse para lo que les queda de camino hasta Sol, donde ya sí irán todos juntos.

Por la vía verde

A las 16.30 horas, una veintena de personas se daban ánimos y se organizaban en la Plaza de Segovia, en Navalcarnero. Dos coches con comida y mochilas, uno de ellos de Alberto Gómez Núñez, jubilado, que asegura que “apoya la marcha llevando la comida”. El resto, 14 personas, caminan a ritmo relajado por la vía verde.

Pedro Manuel Benítez Muño camina con un cartel que dice “Alba y Alexis, su futuro, mi ruta”. Este autónomo, padre de familia, está caminando por sus dos hijos, y no sólo apoya al 15-M, sino que es también su forma de pedir que se mejore la vía verde por la que hacen el recorrido. “Que la arreglen de una vez, está totalmente abandonada”, asegura. Además quieren dar voz a la necesidad de construir un nuevo centro de salud, que desde el pueblo llevan tiempo solicitando y que es donde se manifestarán, de nuevo, el 28 de este mes a las 10.30 horas.

Este pequeño grupo cuenta con gente de todo tipo. Estudiantes universitarios, como Corina Torres, quien charla sobre las razones que la llevan a Madrid con su amiga Érika Esteban, jardinera. Una acupuntora, Aurora Rodríguez que, además, realizó su marcha durante las tardes, empezando cada día en donde lo dejaba el anterior. O un técnico deportivo, Mario Molina, quien además afirma: “No podemos esperar soluciones sentados”.

Norte. “Necesitamos que este sistema sea más justo”

Con el sol ya bajo y la tarde bien entrada, unas cien personas de las asambleas del norte de Madrid esperaban ansiosas la llegada de la columna norte. “Bienvenidos a la lucha”, rezaba una pancarta a la entrada del Parque Norte, en Madrid, el punto de encuentro. De repente, un rumor de gente se escucha a lo lejos. La columna ya asoma.

El recibimiento es caluroso y las emociones de unos y otros estallan al encontrarse. “De norte a sur, de este a oeste, la lucha sigue cueste lo que cueste”, les cantan a los recién llegados. Y en medio de la calle, el grupo se une en un abrazo colectivo que corea gritos y que hace saltar las lágrimas de muchos.

“Hoy ya no podía con mis pies, tengo muchísimas ampollas, pero llegar aquí y ver esto es tan emocionante”, decía con la voz entrecortada y los ojos hinchados Samuel, de 33 años, un empresario que salió de Logroño. Las caras son de agotamiento, pero también de ilusión y ganas. Los anfitriones acompañan a los recién llegados al interior del parque. Allí hay preparadas algunas mesas y sillas, y comida, mucha comida.

Poco a poco, todos van descargándose de sus mochilas. Siguen los abrazos, las palabras de ánimo, y comienzan los corrillos y las conversaciones. La euforia lleva a un grupo a meterse en la fuente para refrescarse y celebrar su llegada. “¡Sí, sí, sí, estamos en Madrid!”, gritan. Cerca de allí, Antonio, profesor de instituto de 44 años, hace alguna foto. “Es una catarsis, ha sido difícil gestionarlo, no nos conocíamos de nada, pero ha sido como una camino de Santiago: en vez de apóstol hay un movimiento que lo impulsa todo”, dice frenético.

Antonio salió de Reinosa (Cantabria) y ha hecho prácticamente toda la ruta. En ella ha comprobado algo que ya sabía, la hereogeneidad y diversidad del movimiento. Este profesor ha estado al tanto de lo que sucedía y se muestra indignado con lo que ocurre en la Unión Europea: “Empecé la ruta con la prima de riesgo en 210 puntos y cuando la acababa estaba por encima de 300, y lo peor es que no sé lo que significa”. Algunos comienzan a levantar tiendas de campaña. El parque será su dormitorio hasta que hoy emprendan otra vez su ruta hacia el centro de Madrid. “He llegado hasta aquí y quiero acampar en Sol”, dice David, de 23 años, que desde finales de mayo vive entregado al movimiento.

Salió de Bilbao y ha caminado cientos de kilómetros que le han resultado “enriquecedores”. “Necesitamos que este sistema cambie hacia algo más justo para todos”, afirma. A su alrededor, todo el mundo sigue eufórico. Hay cuerda para rato.

Sur. “Tenemos que ir despacio porque vamos muy lejos”

Mañana se cumplirá un mes desde que 15 valientes decidieron hacer realidad la Ruta Sur de la marcha popular. Era la noche de San Juan cuando Alejandro Valcárcel y otros indignados resolvieron coger carretera y manta. Ayer llegaron a San Martín de la Vega (Madrid) con más de 600 kilómetros a sus espaldas y 180 caminantes en sus filas.

“Si hemos llegado hasta Madrid, podemos llegar a cualquier sitio”, expone Alejandro, que no quiere resignarse a volver a casa sin más. Después de tantos días andando, los caminantes se han vuelto más resistentes. “Hice un tiempo de coche escoba y al principio solíamos coger a seis o siete personas. En los últimos días ya no recogemos a nadie”, observa.

Empezar el día con buen pie es esencial, por eso los indignados han organizado un despertador en cadena. “Hay que despertar al otro con mucha suavidad y mucho cariño, a todo el mundo”, relata Andrés, de Almagro.

A las cinco de la mañana empieza el día de los indignados. Primero se levantan los encargados de cocina, que van preparando el desayuno de los demás. Luego llega la hora de caminar. Para Gregorio Herrero, de 71 años, la etapa más dura fue la de Despeñaperros. “Fue la más difícil y la más grata. Tuvimos la mayor cantidad de bocinazos. Incluso algunos se acercaron para mostrarnos su solidaridad y regalarnos su sonrisa”, comenta satisfecho.

“Hemos sembrado 15-M”

Gregorio, el más veterano de los caminantes, espera que Madrid les reciba con cariño. “Esperamos que el pueblo se vuelque para darnos besos, abrazos y toda su alegría”, declara con optimismo. Pero no viaja solo, a su lado camina su pareja desde hace 32 años, Feliciana Mora, que comparte su entusiasmo y su vitalidad. “Soy activista desde los años setenta. Con el tiempo, manifestarse se convirtió en algo muy minoritario y eso me entristeció”, confiesa. “Ahora, al ver que los jóvenes se han puesto en pie, es el momento de apoyarles hasta las últimas consecuencias”, explica.

Raúl Herrero, obrero minero metalúrgico, ve en el Movimiento 15-M un auténtico despertar. “Muchos jóvenes están tomando conciencia política y espero que trabajen para cambiar la sociedad”, dice.

Gregorio, desde su experiencia, cree que el movimiento no debe convertirse en un partido político. “Tiene que seguir desde la calle. Hemos sembrado toda España de 15-M. La marcha ha servido para la cohesión interna de todo el movimiento”, opina convencido. “Vamos despacio porque vamos muy lejos”, sentencia.

(Con información de El Público.es)

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