Guantánamo, la vergüenza de Obama

En la cárcel para terroristas que Estados Unidos tiene en la bahía de Guantánamo, Cuba, hay 166 prisioneros que tienen más de una década enjaulados, sin cargos concretos ni juicios. Cien de ellos están ahora en huelga de hambre, pero el gobierno no quiere que mueran, según lo confirmó el mismo presidente Barack Obama.

Entonces a los más graves y desnutridos diario se les encadenan los pies y se les amarra a una silla y en contra de su voluntad se les introducen por la nariz sondas de plástico que van hasta el estómago donde se les deposita substancias alimenticias durante dos horas para que sigan vivos. “No quiero que ninguno de estos hombres muera”, ha dicho el mandatario al hablar hace unos días de la controversia que aquí y en el mundo entero ha levantado esta alimentación forzada de los reclusos. Un hecho, según las Naciones Unidas, que constituye un flagrante acto de tortura.

Al parecer la huelga de hambre empezó el 6 de febrero, pero en ese entonces sólo unos cuantos prisioneros estuvieron involucrados y se originó como protesta por maltratos a libros del Corán propiedad de los reos por parte de los guardias. Hoy es un movimiento que no sólo ha crecido sino que ha venido a simbolizar la oposición en contra de la existencia misma de la prisión, creando titulares y fuertes críticas en todo el mundo.

Hace dos semanas intentando controlar a los que no quieren comer, los guardias ubicaron a muchos de ellos en confinamientos solitarios y aislados para mejor controlarlos, lo cual ocasionó una trifulca en la cárcel que sólo concluyó horas después cuando los custodios disparon balas de salva. Creada en enero de 2002 por George W. Bush, Guantánamo se abrió con 20 reos y por ella han pasado 779. Llegó a tener un personal de mil 850 empleados, entre militares y civiles que vigilan y administran este campo de prisioneros, el más caro del mundo a lo largo de la historia, donde cada supuesto terrorista le cuesta al Tío Sam, 800 mil dólares anuales.

Hace cinco años, cuando Obama realizaba su primera campaña en busca del trabajo que tiene, se mostró como un fuerte crítico de Guantánamo y del hecho de que sus prisioneros, terroristas sospechosos, son detenidos indefinidamente año tras año sin ser juzgados. En ese entonces decía que cerraría esa prisión al día siguiente de llegar a la Casa Blanca. Cinco años después no lo ha hecho. Y a cuatro meses de que se iniciara su segundo periodo, no sólo la cárcel sigue funcionando, sino que continúan violándose los derechos humanos de los reclusos y con ello deteriorándose la imagen del país y del presidente.

La semana pasado el mandatario dijo que “no podemos seguir con esto. La idea de mantener a un grupo de individuos para siempre, sin juicios ni cortes, es contraria a nosotros. ¿Por qué lo hacemos?”. Exactamente nadie lo sabe. Como tampoco nadie en Washington sabe qué hacer con ellos.

Los detenidos en Guantánamo en su mayoría llevan ahí 11 años. De los 166 que quedan, 86, es decir, poco más de la mitad, están clasificados como de menor riesgo y tienen el pase para ser liberados o trasladados a otro lugar desde hace años. El problema para 56 de ellos es que son originarios de Yemen y las autoridades se niegan a repatriarlos debido a que el grupo Al Qaeda sigue fuerte y muy activo en esa nación. El resto simplemente está en el limbo.

Pero seguramente no todos son inocentes. Sin duda, algunos son elementos nocivos que han puesto en peligro la seguridad de este país, sin embargo sólo seis, entre ellos el supuesto autor intelectual de los ataques en 2001, Khalid Sheik Mohammed, tienen sus casos en manos de un tribunal militar.

Y tampoco todo es culpa de Omaba. El Congreso no ha permitido que la Casa Blanca financie los juicios necesarios y también le ha impedido que los traslade como pretendía, a una cárcel en el estado de Illinois, algo así como un Guantánamo del norte. Los congresistas dicen que la oposición viene porque el presidente no ha presentado ningún plan alternativo ni tiene previsto que hacer en el caso de la captura en el futuro de otros terroristas.

El punto es que desde 2008 no ha llegado ni un nuevo reo a Guantánamo, pero tampoco ninguno se ha ido. Hay quienes dicen que Obama, un licenciado en Jurisprudencia de Harvard, no ha hecho uso del poder legal que tiene su administración para analizar caso por caso. Desde luego no faltan los que opinan que como combatientes enemigos, quienes están en Guantánamo deben quedarse ahí hasta que la guerra contra el terror termine. ¿Pero qué si esta dura décadas o para siempre? Estados Unidos tiene que juzgarlos o dejarlos libres.

(Concepción Badillo, www.cronica.com.mx)


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