Cuba: agricultura local sostenible y cambio climático

Cuba está lista para enfrentar otro nuevo desafío, en el cual convergen varias demandas urgentes, en un mundo donde habitan más de siete mil millones de personas, muchas de las cuales mal viven.

Se trata del proyecto -de vigencia durante un quinquenio a partir del actual año- de sostenibilidad alimentaria local en el sector agropecuario en correspondencia con la adaptación al cambio climático.

No hay cabos sueltos ni improvisaciones, y sí la científica integración armónica de las exigencias de este empeño cuyas experiencias serán utilizadas nacionalmente.

¿Cómo demostrar la viabilidad y las ventajas del propósito?

Los municipios de Los Palacios (Pinar del Río), Güira de Melena (Artemisa) y Jimaguayú (Camagüey), fueron seleccionados para iniciar el experimento por sus incidencias en las producciones de arroz, cultivos varios, y leche y carne vacuna, respectivamente.

Esa representatividad tiene, por ejemplo, el liderazgo de Jimaguayú, situado en el centro-oriente de una provincia cuyos aportes de leche y carne representan alrededor de la cuarta parte de los volúmenes de ambos renglones en el país.

A las referidas cualidades de las jurisdicciones escogidas para el ensayo se añaden los disímiles impactos de las modificaciones del clima, de las cuales son comunes a los tres territorios elementos como la sequía, la degradación de los suelos y de los recursos hídricos.

Diseñado para entidades estatales y particulares, el plan tiene el objetivo de utilizar los criterios de sostenibilidad en el contexto de amplia encrucijada de factores.

Entre esas vertientes figuran los recursos naturales -con énfasis en el agua y el suelo-, prácticas productivas, empleo de fertilizantes, controles biológicos, manejo integrado de plagas y funcionamiento de mini-industrias.

Habría que tener en cuenta las diferentes facetas necesarias para producir con eficiencia y no solo con metas numéricas que prescinden de componentes como la protección al medio ambiente.

Pruebas contundentes demuestran que, entre las causas de los atentados a la disponibilidad de alimentos, figuran influencias como sistemas inadecuados de riego, fertilizantes inorgánicos, maquinaria sobredimensionada y la exclusión o insuficiencia de mini-industrias.

Las experiencias serán transferidas a otros 30 municipios de diversas provincias, y servirán para la elaboración de la metodología nacional que recibirá el Ministerio de la Agricultura (MINAG).

El Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) es el rector del proyecto, denominado BASAL -siglas de Bases Ambientales para la Sostenibilidad Alimentaria Local-, en el cual participan, además, entidades como el Poder Popular, MINAG, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños y el Instituto de Recursos Hidráulicos.

Las finanzas incluyen contribuciones de instituciones extranjeras, canalizadas mediante el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en la renovación de la confianza a la capacidad profesional y a la honestidad de Cuba para utilizar ese aporte.

El plan se inscribe también en los esfuerzos de la Isla encaminados a afianzar su seguridad alimentaria, lo cual es igualmente una necesidad para todos los países del orbe.

Ajeno a la creación de falsas expectativas, el empeño tiende a la perspectiva cualitativamente superior en los suministros de renglones básicos para el consumo humano.

Como todo nuevo propósito, suele tener también opositores. Pero entre optimistas y detractores, clama la realidad abrumadora: según lo previsto, Cuba invertirá unos dos mil millones de dólares en 2013 en importación de alimentos. La magnitud es colosal, y no permite ser ignorada.

(Radio Cadena Agramonte)


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