Firme la Revolución Cubana se acerca a su victoria total hacia 1959

Fidel en un recorrido por la ciudad del Cobre.

Fidel en un recorrido por la ciudad del Cobre.

Un firme paso en el avance del Ejército Rebelde hacia la ciudad de Santiago de Cuba y un vergonzoso descrédito para la tiranía de Batista, representó la liberación de El Cobre hace 60 años, el 17 de diciembre, por tropas del III Frente Mario Muñoz Monroy, al mando del Comandante Juan Almeida Bosque.

Participante en el acontecimiento, Víctor Radamés Sánchez Franco comentó a Granma hace cinco años que desde la subida a la Sierra Maestra de un grupo de jóvenes de la localidad, Almeida les habló de la intención de tomar aquel poblado que, a pesar de contar con el conocido Santuario de la Virgen de la Caridad, estaba sumido en la miseria.

«Hombre tan humilde y humano –dijo Montuno, como lo conocen sus compañeros de lucha–, él se sensibilizó mucho ante el abandono imperante, de ahí que tras el asalto y destrucción del polvorín de la mina en abril (que nos proporcionara dinamita, fulminantes y mechas), no apartaba de su mente aquel deseo de liberar El Cobre».

Varias acciones reservaron los meses siguientes, pero la más sonada aconteció el 14 de diciembre de aquel 1958, cuando tuvo lugar en Puerto de Moya un fuerte combate contra una columna del régimen, que por la Carretera Central se dirigía con unos 500 efectivos y armas de diferentes sistemas y calibres, a reforzar la guarnición de Palma Soriano.

«Nosotros tendríamos unos 200 hombres –precisó Montuno–, y desde días antes habíamos abierto trincheras y pozos de tiradores en las lomas, de ahí que a pesar del fuerte combate en que perdimos a un compañero, neutralizamos las tanquetas (una de las cuales se mantiene como monumento a la acción en Hongolosongo), y causamos al enemigo, entre muertos y heridos, más de 70 bajas».

Además de escucharse el cerrado tiroteo entre las montañas, por toda la zona se comentó la derrota de la columna, de ahí que pasadas 72 horas ya gestionaba contacto con las fuerzas rebeldes el jefe del cuartel de Melgarejo, sitio del entronque con la Carretera Central distante 20 kilómetros de Santiago de Cuba y poco más de uno de El Cobre.

«El hombre –recordó Víctor Radamés–, propuso rendirse y entregar las armas, excepto algunas que le permitieran llegar al cuartel Moncada como si se hubiesen batido en retirada con fuerzas rebeldes superiores. Así se hizo, pero tuvieron mala suerte, porque en el camino fueron detenidos por otros compañeros nuestros que no entraron en arreglo y los desarmaron totalmente.

«Mientras caía la tarde marchamos hacia El Cobre, desde donde llegaban los toques de tambores de la fiesta de San Lázaro, y al llegar tuvimos el recibimiento de aquella humilde población tan desbordada de alegría, quienes éramos de allí íbamos con agua en los ojos sin reparar en familiares y amigos que nos llamaban.

«Los guardias –enfatizó– jamás volvieron a aparecer, y allí nos quedamos con el ya Comandante René de los Santos, y los capitanes Fernando Vecino Alegret y Rigo Ramírez, entre otros jefes, hasta que tras la fuga del tirano Batista se nos dio la orden de avanzar hasta las puertas de Santiago de Cuba, el 1ro. de enero de 1959».

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Transcurridas seis décadas, con cero mortalidad infantil en los últimos tres años, El Cobre cuenta con policlínico y consultorios del médico de la familia, centros educacionales, de la cultura y patrimoniales, como las ruinas de la primera mina de cobre abierta por los colonialistas españoles en América, y el monumento a la Rebeldía del Cimarrón, del escultor Alberto Lezcay.

Para el presidente del Consejo Popular, Alejandro Pérez Vicente, este año ha sido de intenso quehacer, toda vez que a través del movimiento de realizaciones sociales con participación popular Santiago Arde de Patriotismo, concluyeron entre otros el mercado ideal, cafetería, cremería, dulcería, panadería y el local de servicios técnicos y personales.

Además, junto al mejoramiento del fondo habitacional entró en funcionamiento el confortable Hotel El Cobre, y todos disfrutan de la nueva sede de la emblemática Steel Band y la reanimación del cine Turquino con las salas 3d, de computación y navegación, la conexión wifi, nuevas butacas y su moderno equipamiento de audio y proyección.

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El 19 de diciembre de 1958 fuerzas de la Columna 20 Gustavo Fraga, pertenecientes al II Frente Frank País y al mando del capitán Demetrio Montseny Vaca (Villa), atacan y liberan a Caimanera.

Ese poblado constituía la única vía de suministros que les quedaba a las tropas de la tiranía para auxiliar a la sitiada ciudad de Guantánamo, donde se encontraban acuartelados más de mil soldados bien armados.

El Servicio de Inteligencia Rebelde determinó la distribución y el armamento de las fuerzas batistianas que defendían Caimanera, integradas por algo más de 50 efectivos, entre marinos, miembros del ejército, paramilitares y chivatos.

Mientras los combatientes de la Columna 20 se aprestaban para el asalto al cuartel caimanerense, los de la Columna 6, al mando del comandante Efigenio Ameijeiras, garantizaban que ningún refuerzo procedente de Guantánamo llegara al marino poblado, limítrofe con la ilegal Base Naval yanqui.

La planificación del ataque previó cuatro posiciones, incluida la marítima para actuar contra el fondo de la instalación castrense y evitar una fuga por el mar de sus defensores. Previamente había sido apresada una lancha desde la cual combatirían cuatro rebeldes.

Villa decidió estrenar en el combate un cañón de 20 milímetros rescatado por el Ejército Rebelde y puesto de alta en la armería de la Columna. Con el objetivo de aprovechar el factor sorpresa de un ataque diurno, a las 2 y 50 de la tarde irrumpió por la calle principal la caravana rebelde, compuesta por tres yipis, dos camiones y una zapa con el cañón.

Minutos después las posiciones aledañas a la guarnición enemiga estaban prácticamente cubiertas, mientras la población se lanzó a la calle para saludar a los barbudos, quienes la exhortaron a refugiarse ante el inminente combate. Media hora más tarde, sin tomar en consideración a los civiles, entre ellos mujeres y niños, el enemigo abrió fuego con la ametralladora 30, instalada en la azotea del puesto naval.

Dos disparos de cañón, junto al nutrido fuego rebelde, bastaron para que la fuerza adversaria dialogara. Ante las condiciones inadmisibles que quisieron imponer para su rendición incondicional, los barbudos salieron en zafarrancho de combate, seguidos por el pueblo enardecido que daba vivas a Fidel y a la Revolución.

La impetuosa avalancha neutralizó cualquier resistencia y el cuartel cayó una hora y media después, aproximadamente. El enemigo sufrió dos muertos, tres heridos y se le hicieron numerosos prisioneros, mientras los rebeldes tuvieron dos heridos.

Con su liberación Caimanera desterró para siempre el vicio, la prostitución, el desempleo, la insalubridad y los actos de abuso y desprecio hacia la población ejecutados a diario por los marines yanquis provenientes del ilegal enclave naval, en complicidad con los desgobiernos de turno.

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El heroico poblado de Caimanera –como lo calificara el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz junto a Boquerón– es ejemplo de las transformaciones socioeconómicas realizadas en todo el país a favor del pueblo.

Con un área de 362,9 kilómetros cuadrados, que incluyen los 117,6 ilegalmente ocupados por la Base Naval yanqui, el pequeño municipio cuenta con una red de salud integrada entre otros centros por un policlínico, 12 consultorios médicos, cinco farmacias y una sala de rehabilitación.

La educación abarca todos los niveles de enseñanza, mientras la producción es liderada por la sal (aporta algo más del 40 % de la obtenida en el país), la actividad portuaria, la agricultura y la pesca, reducida esta a áreas muy específicas por las limitaciones que impone el mencionado enclave.

Previo al aniversario del triunfo de la Revolución serán inauguradas allí obras socioeconómicas nuevas o remodeladas, entre ellas decenas de viviendas, centro comercial, plaza cívica, escuelas, bodegas, parques y la planta para el tratamiento de las aguas albañales.

Fuentes: Epopeya de la libertad, historia del II Frente Frank País, de Martha Verónica Álvarez y En la línea de fuego.

(Con información de Granma)

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