Tenemos que convertirla en una avalancha de votos, así dijo Hugo Chávez a sus seguidores en la avenida Bolívar el jueves 4 de octubre, el día del cierre de la campaña electoral, a pocas horas de comenzar el tiempo de reflexión previo al ejercicio en las urnas que decide la batalla electoral del domingo 7. Nadie había visto en este país una movilización semejante, siete avenidas de Caracas colmadas por una marea roja, desbordadas en calles aledañas, eran demostración de la fuerza del corazón de la patria bolivariana.
Las valoraciones finales se imponen y apoteósico fue la palabra elegida por quienes describieron la escena de un pueblo «que no se vende, que no se compra» —decía un participante en un reportaje televisivo—, bajo una lluvia que no pocos vieron como bendición y premonitoria de una cosecha de votos que aseguren un proyecto que representa sueños y anhelos no solo de los venezolanos, también de un continente integrador que los observa y apoya.