El Che y el disparo que casi le cuesta la vida en los días de Playa Girón

Olga muestra la tarja frente a la habitación en la que veló por la salud del Che. Foto:Ronald Suárez Rivas

Lo que no habían conseguido las tropas de la tiranía durante los cruentos combates de la Sierra Maestra, el avance de su columna desde las montañas de Oriente hacia el Escambray, y la campaña de Las Villas, casi sucede en la mañana del 17 de abril de 1961.

Mientras el país entero se movilizaba para derrocar la invasión mercenaria que se desencadenaba por Playa Girón, un disparo que le atravesó el rostro, estuvo a punto de terminar con la vida del comandante Ernesto Che Guevara.

Había llegado a Pinar del Río, designado por la máxima dirección del país para ocupar el mando militar de la provincia, ante la inminente agresión.

En el antiguo escuadrón 63 de la guardia rural de Consolación del Sur (donde hoy se ubica el hospital de ese municipio), radicaba la jefatura del Ejército Rebelde, en la que el Che permanece atento a los acontecimientos.

Dámaso Raúl Sánchez, soldado del Departamento de Contrainteligencia Militar por aquellos días, asegura que fue poco después de una reunión con su estado mayor, que el Guerrillero Heroico salió de su oficina ajustándose el zambrán y tropezó con una tubería de agua que no estaba soterrada.

«Yo estaba en la puerta de mi oficina, mirándolo, porque el Che era una figura llamativa», explica.

El cinturón cayó al suelo, y la pistola, que siempre tenía una bala en el directo, soltó un disparo que le hirió en la cara.

Cuenta que el Che se desplomó, y que la sangre brotaba indetenible, pero al cabo de pocos minutos, cuando lo estaban acomodando en el asiento trasero de un auto para llevarlo al hospital, recobró el conocimiento y preguntó quién le había disparado. «No se había percatado de que fue un accidente provocado por él mismo», advierte Dámaso.

Milagrosamente, la bala le entró por debajo del pómulo derecho, y le salió muy cerca de la oreja, sin dañar ningún nervio o arteria importante.

En el hospital León Cuervo Rubio, de la ciudad de Pinar del Río (a unos 21 kilómetros de Consolación del Sur), Segundo Cecilio González, enfermero del cuerpo de guardia en aquel entonces, recuerda que se recibió una llamada, anunciando que hacia la institución se encaminaba un dirigente de la Revolución herido.

«El Che se bajó del auto y entró caminando por sus pies, tapándose con un pañuelo en el sitio de la herida, pero lo convencimos de que se dejara conducir en una camilla hasta el salón de operaciones, donde lo esperaba el cirujano», rememora Segundo.

«El enfermero del salón me pidió que lo asistiera. Todo fue muy rápido. Se le realizó una regularización de los bordes, y se le dieron unos punticos para controlar el sangramiento, sin anestesia, porque el Che dijo que era asmático y no permitió que se la pusieran.

«Después, me tocó bajarlo por el elevador, en la camilla, y llevarlo hasta una habitación que se preparó para él, donde permaneció hasta que se fue, al día siguiente».

Olga Luisa Alarcón, la enfermera encargada de atenderlo durante las horas que estuvo en recuperación, afirma que aunque no fue una herida complicada, había que ponerle la vacuna antitetánica, y el Che era asmático y alérgico.

Por ello, explica que se optó por colocársela de manera fraccionada, en varias dosis, para evitar una reacción.

En el tiempo que permaneció hospitalizado, Olga asegura que el Comandante Guevara se lamentaba de tener que estar allí, fuera del puesto que le habían asignado. «Eso lo mortificaba», dice.

«Incluso vino a verlo un compañero que estaba con él en la jefatura del Ejército Rebelde y el Che le recriminó, diciéndole que si él faltaba, el hombre tenía que estar obligatoriamente en aquel lugar.

«Aunque siempre atendíamos muy bien a todo el mundo, fuera quien fuera, con él se puso gran esmero por lo que representaba para la Revolución», relata la enfermera quien, a sus 95 años, no ha podido olvidar aquellas horas junto a uno de los héroes más queridos por el pueblo cubano.

«Para mí es un honor haberlo atendido, por ser una persona tan necesaria, y tan amigo de Fidel», añade Olga.

Segundo, por su parte, confiesa que nunca pensó encontrarse con un líder como el Che en esas circunstancias.

«Me impresionó su entereza fenomenal, a pesar de que no se usó anestesia. Se acostó estoicamente y esperó a que terminaran de atenderlo. La única señal de dolor que vi era que movía los dedos de los pies, pero soportando. En ningún momento se quejó».

Frente a la habitación donde permaneció tras ser atendido, en el hospital León Cuervo Rubio, una tarja recuerda el suceso, que por fortuna, no tuvo mayores consecuencias, y que forma parte de los episodios que unen al Che a Vueltabajo, porque la Historia también está hecha de anécdotas y sustos.

(Tomado de Granma)

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