La unidad de la nación es lo esencial (+ Fotos y Video)

La Mesa Redonda se acerca al ideario político y las hazañas libertarias de Antonio Macieo y Máximo Gómez, dos grandes héroes, a través de las valoraciones de prestigiosos historiadores cubanos.

Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda

Fotos: Roberto Garaicoa

La historia no se agota. Siempre tiene mucho que decirnos, confesarnos, una y otra vez… por ello las vidas de Maceo y Gómez permiten lecturas anchurosas que se conectan con el peso de nuestros días, aunque el primero haya nacido hace 170 años y el segundo haya muerto en 1905.

Para el Doctor Eduardo Torres-Cueva, en Gómez hay dos líneas convergentes: la independencia de Cuba y el contexto latinoamericano. Por ello no puede pensar solo en la guerra, sino en una Revolución de mayores dimensiones. Eso lo piensa en la misma época en que Ecuador, con Eloy Alfaro, está planteándose la necesidad de la separación entre la iglesia y el Estado, en que delimita la sociedad civil y entiende a la conciencia como centro de los procesos. Hay, además, un ciclo revolucionario que tiene su conclusión en la Revolución Mexicana de 1910, con el problema de la tierra y todo un programa de lucha. Este es un momento en el que la libertad se comprende como la garantía de la igualdad. Y por todas estas concepciones está marcado el pensamiento estratégico del Generalísimo.

El experto Yoel Cordoví sostuvo que la clave para poder entender la personalidad de Maceo y Gómez es el humanismo. “El hecho de colocar al hombre en el centro de una obra, y reconocer la capacidad que tienen para transformar y transformarse, es lo que los singulariza”.

Pero en su opinión, las raíces de ese pensamiento están en la formación familiar. “Lo que fue Mariana y Marcos en la vida de Maceo, lo fueron Andrés y Clemencia para Gómez. Su educación fue brillante gracias a la formación honorable y a la disciplina del hombre de campo que le inculcaron. Clemencia quería que Gómez fuera sacerdote, y hubo toda disciplina forjando su comportamiento”.

Sin embargo, Gómez no tiene una visión sobre República Dominicana, sino de Baní. “Cuando el padre tenía que ir a Santo Domingo, él se quedaba a cargo de la casa. Luego se vincula a un movimiento, a raíz de las tantas invasiones de Haití a Dominicana, y poco tiempo después aseguró que hubo una transición eléctrica en su vida. Fue un evento que desde el punto de vista psicológico lo marca, en el que tuvo que abandonar todo lo noble a lo rudo”.

En 1865, narró Cordoví, llegó a Cuba, luego de salir derrotado, a partir de la revolución restauradora que acepta la anexión en República Dominicana. “Sin un verdadero discernimiento de aquella situación oscura,  llegó a nuestro país siendo comandante de la reserva. Pero a la altura de 1968 su pensamiento contra España se radicaliza. Y cómo un joven oficial del ejército español, en tres años, es capaz de alzarse. Sobre esto él deja en sus escritos algunas coordenadas: como el hecho de que no había conocido la esclavitud, había escuchado hablar de eso, pero no lo había conocido. Aquella situación degradante que se practicaba en la Isla le da un vuelco a su pensamiento. Cuando ve cómo azotaban a un negro esclavo, no pudo dormir, porque era un hombre que había aprendido a respetar en su tierra”.

Su pensamiento social, aseguró el historiador, lo perfila la guerra. “Y aunque el Gómez que más conocemos es el hombre militar, el quehacer de este genio tiene que entenderse desde su sustrato ético y su profunda cultura, que hasta le permite moverse en la literatura. Era un hombre con una inteligencia natural y eso le permite madurar su pensamiento. A lo que se suma su poderosa sensibilidad, porque no podemos entender su quehacer si no nos detenemos en este cuidado por los preteridos, que es lo que inspira su lucha”.

En opinión de Yoel Cordoví, aunque en una Revolución tiene que haber diferencias, porque sus protagonistas saben los destinos que pesan sobre sus espaldas, el contenido y el propósito fueron los mismos. “Hubo conflictos internos muy agudos, sobre todo en el objetivo de establecer formas superiores de organización, pero lograr la independencia era un deseo consustancial a Gómez y a Maceo”.

El Doctor Antonio Álvarez Pitaluga al evocar a Gómez, recuerda una caricatura que lo esbozaba con un cuerpo pequeñísimo y una cabeza enorme, en alusión contundente a que fue la cabeza del independentismo cubano. “El Generalísimo fue un hombre que estuvo construyendo el concepto de Revolución en el curso de su vida. Si vas hasta Jiguaní, adviertes cómo sopesa más lo político que lo militar, a pesar de las críticas que le hizo a Céspedes se oponía a su deposición, por el costo que esto tendría. Y no solo trata de describir acontecimientos militares, sino que nos presenta las luchas familiares, locales, porque una guerra se compone de muchos intereses que se tratan de imponer unos sobre otros. Estamos hablando de un hombre que está echando a un lado el componente militar para pensar en el político, y es lo mismo que prioriza en el año 1984, cuando acepta la aparición de un elemento democrático para el cargo de General en Jefe y entiende el papel de la prensa en la revolución”.

El profesor también sostiene sus argumentos con una frase simbólica que sintetiza la altura del pensamiento de Gómez, y que aparece reflejada al final del Plan Gómez-Maceo, cuando afirma: Seamos grande en todo y para todos.

“Es un hombre que además se va abriendo a temas contemporáneos y llega a entablar una relación familiar con Martí. No es un martiano total y definitivo, porque tiene sus cicatrices de la Revolución, pero evoluciona hasta el 92, cuando admite el carácter político de la revolución con el Partido”.

Para entender la relación con Martí, dijo, hay que recordar que es a su hijo a quien manda a recibir a Martí. Y en un determinado momento, en Montecristi, comparte la misma cama con el Apóstol, lo que demuestra su relación camaraderil, y echa por tierra esa falsa idea de que mandó a la muerte a Martí.

Su concepto de Revolución, enfatizó Pitaluga, lo termina de madurar en el 95, cuando en la carta al coronel Andrés Moreno formula aquella frase de bendita sea la tea, que evidencia cómo este hombre ha logrado descifrar la tesis de plusvalía colonial para entender la diferencia entre los ricos en Francia y la pobreza de quienes están custodiando aquellos palacetes en Cuba. “Ha comprendido que la guerra es un instrumento político para llegar al cambio social y entiende que la Revolución no puede llegar solo hasta la derrota española, sino que hay que demoler las estructuras coloniales y subvertir los órdenes establecidos”.

Las ideas que están en Montecristi, sostuvo el Doctor, muestran ya una convergencia entre Gómez y Martí. “Cuando uno ve las narraciones, observa que Martí está expectante a lo que quiere Gómez, sin embargo, este solo dice: ¿Dónde firmo? Eso habla de una comunión ideológica que se cierra con Maceo”.

Pero, alertó, “hemos construido una visión tradicional sobre el independentismo, como si hubiera estado lleno de consensos y no es así”.

El teniente coronel Rafael Ramírez reforzó el criterio de Álvarez Pitaluga con lo que aparece en el intercambio epistolar entre Gómez y Maceo. En unas 96 cartas se evidencia que Maceo no acata ciegamente las órdenes de Gómez. “Cuando salió de la Mejorana no hay ninguna discusión con Maceo por haber asumido el mando de Oriente, y después Gómez divide el Oriente en dos departamentos, y de eso Maceo se entera por Masó. Y va a aparecer el problema de la división. También cuando Maceo está en Pinar del Río, en el intercambio epistolar Gómez le refleja los problemas con el Gobierno. Mientras Maceo le hace saber que no tiene recursos, que combate al día a día y que enfrenta la campaña de pacificación de Weyler. Estamos viendo a dos hombres con fuerza de carácter que saben del valor del otro, y que por encima de diferencias supieron sostener un respeto mutuo. Apartaron diferencias y buscaron lo que tenían en común”.

Para el Doctor Eusebio Leal, la historia no la podemos ver como simples jueces. “Tenemos que entrar en ese período candente, que es una fragua, cuyo fuego enciende Céspedes y es un fuego que luego lo consume a él mismo”.

Esta historia es también el largo camino de la historia de la unidad de la nación. “Y ante esto uno no puede ser idealista. Una vez leí aquellas líneas en que Lenin escribía que las revoluciones no son nada románticas, pero desconfío de los revolucionarios que no lo sean. La gesta se convierte en un desafío”.

En Gómez, aseguró, la formación de los padres fue esencial. “Su llegada a Cuba es sobre la cubierta de las naves que vienen derrotadas. La historia escrita es una y la historia a veces tiene matices que hay que incorporar sin herir la unidad sagrada de una nación, que es el resultado del triunfo del 59. Fidel Castro logró la unidad de esta nación. Porque la guerra dejó heridas muy fuertes, y dejó maceistas y agramontinos, era importante unir todo eso. Había que crear una forma de combatir en una isla con estas características”.

Las discrepancias, añadió, han existido siempre, y existen hoy. “Hay quien todavía no entiende el camino o no pone rodilla en tierra para salir por el único camino posible. Por eso lo que ocurrió en Panamá, donde se dijo con una gallardía y una hombría de bien y se situó con dignidad y educación las ideas de Cuba”.

La muerte de Martí fue fatal. “El Apóstol, como persona sensible, sintió que eso estaba cerca. Yo creo que el azar concurrente y una serie de factores se dieron para que ocurriera esa tragedia. Gómez dejó constancia en una carta de cómo dolorosamente se lo mataron, porque no lo obedeció. Pero el otro sintió que no debía obedecer, porque quería fundar el gobierno democrático en Camagüey. Era la clave de una unidad posible y no un gobierno aventurero”.

Para el Historiador de la Ciudad, constituye un símbolo tremendo que Martí nace acá y muere en Oriente, y que Maceo nace en Oriente y muere en La Habana. Ahí hay un equilibrio. “Y no me asustan las discrepancias, la infalibilidad no le ha sido concedida a ningún ser humano. Pero cuidemos la unidad de la nación, que eso es lo esencial”.

Para el Doctor Eduardo Torres-Cueva, en Gómez hay dos líneas convergentes: la independencia de Cuba y el contexto latinoamericano.

El teniente coronel Rafael Ramírez reforzó el criterio de Álvarez Pitaluga con lo que aparece en el intercambio epistolar entre Gómez y Maceo.

Para el Doctor Eusebio Leal, la historia no la podemos ver como simples jueces. “Tenemos que entrar en ese período candente, que es una fragua, cuyo fuego enciende Céspedes y es un fuego que luego lo consume a él mismo”.

El Doctor Antonio Álvarez Pitaluga al evocar a Gómez, recuerda una caricatura que lo esbozaba con un cuerpo pequeñísimo y una cabeza enorme, en alusión contundente a que fue la cabeza del independentismo cubano.

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