Los planes de invadir a Cuba según los documentos de J. F. Kennedy.

El licenciado Reinaldo Taladrid Herrero, periodista de la Mesa Redonda, continúa en su habitual sección La Esquina en el abordaje de consecuencias de las revelaciones que han provocado la desclasificación de miles de documentos secretos, sobre el asesinato de J. F. Kennedy. Documentos en los que en la inmensa mayoría se habla más de lo que se hacía contra Cuba que sobre el asesinato en sí del presidente de Estados Unidos. Todavía muchos de ellos tienen páginas enteras en blanco o borradas.

Uno de los grandes temas es si antes de la Crisis de Octubre existía un plan para invadir a Cuba o no. Todas las principales figuras de la administración Kennedy, o los ex oficiales de la CIA, los militares, todo el que esté relacionado con la Crisis de Octubre asegura que no había ningún plan para invadir a Cuba. Pero sobre ello se ha desclasificado gran cantidad de documentos que hablan por sí solos.

Un documento secreto de marzo de 1962 revela que se discutió en una operación de la Operación Magosta lo siguientes: “Algunos de los medios que serían usados en una invasión a Cuba incluirían las embarcaciones de desembarco de la Marina para apoyar los teams de la CIA, aviones de transporte de la Fuerza Aérea con equipos de hombres en trajes no militares y submarinos que se usarían para operaciones de transmisiones de propaganda negra”.

Otro documento secreto de la Operación Magosta con fecha del 14 de marzo de 1962 muestra que: “El general de la Fuerza Aérea Edward Lansdale detalla la necesidad de tener listos aviones de carga de la Fuerza Aérea con su teams, así como lanchas de la Marina tipo PT para incursiones contra las posiciones costeras cubanas”.

En el mismo mes de marzo de 1962 otro documento secreto de la Operación Magosta, en este caso un informe resumen dirigido a Robert Kennedy, entonces Fiscal General: “…ellos (los rusos) pueden tomar la decisión de establecer bases militares en Cuba a su voluntad, si ellos materializan esa opción, entonces nosotros no podríamos removerlos de allí sin iniciar la III Guerra Mundial…”.

En el acta de una reunión del Grupo de Estudios del Caribe del 21 de marzo de 1962, también secreta, en la que estaban presentes Robert Kennedy y altos jefes de la CIA y el Pentágono, dice: En la reunión Robert Kennedy preguntó tres cosas: 1- ¿Qué posibilidad tenemos de secuestrar a algunos de los principales jefes del régimen comunista?; 2- ¿Qué riesgos representaría usar aviones de la fuerza aérea enmascarados sin siglas para tirar suministros?; 3- ¿Pudieran ser usadas como escenario de una invasión a Cuba las áreas controladas por Gran Bretaña u otras áreas extranjeras?

Quizás el más revelador es el documento secreto del 8 de agosto de 1962, un memorándum para el Grupo Especial de la Administración Kennedy que dice: “Para tomar el control de las principales áreas estratégicas de Cuba en un plazo de 10-15 días con un mínimo de bajas por ambas partes, se necesitarían unos 261 mil millones como parte de esta operación… Serían 71 mil soldados de infantería, 35 mil marines en el terreno en Cuba, y otros 29 mil soldados en posiciones de apoyo… Se necesitarían grandes unidades que estarían involucradas: dos divisiones aerotransportadas, una brigada de infantería, un comando de combate armado, una fuerza anfibia de ataque naval, 17 escuadrones de aviones tácticos de combate y 53 escuadrones de transporte de tropas”.

Después de terminada la Crisis de Octubre, 17 de noviembre de 1962, el General de la Fuerza Aérea Curtis LeMay, jefe del Estado mayor de dicha rama, propuso atacar a Cuba: “… tenemos mil 456 aeronaves y 355 misiles, incluyendo 80 Polaris en submarinos nucleares, disponibles para golpear a Cuba… Estos aviones están disponibles para realizar ataques selectivos que se incrementen gradualmente desde dos hasta 12 horas en dependencia de la fuerza que se quiera aplicar”.

Estos documentos han servido para esclarecer que sí se estaba preparando una invasión a Cuba. Esta historia está basada en documentos, no en pensamientos, ni opiniones, ni deseos de nadie. Son documentos públicos, de los que Taladrid recomendó “ojalá los historiadores los usen para futuros debates”.

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