Constitución de Jimaguayú: 120 años

Rolando Rodríguez García, premio nacional de Ciencias Sociales, explicó que José Martí, cuando desembarca en Playitas de Cajobabo, viene pensando deponer la autoridad que le había otorgado el Partido Revolucionario Cubano ante una reunión representativa de los combatientes de las fuerzas mambisas.

Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda

Fotos: Roberto Garaicoa

Reconocidos historiadores cubanos valoraron este martes en la Mesa Redonda la trascendencia de la Constitución aprobada en Jimaguayú, el 16 de septiembre de 1895, como Carta Magna de la República de Cuba en Armas.

Rolando Rodríguez García, premio nacional de Ciencias Sociales, explicó que José Martí, cuando desembarca en Playitas de Cajobabo, viene pensando deponer la autoridad que le había otorgado el Partido Revolucionario Cubano ante una reunión representativa de los combatientes de las fuerzas mambisas; y llega a la Mejorana pensando que hay que definir esta cuestión, como el tipo de gobierno que asumiría la Revolución. En el Diario de Campaña dice que en Mejorana Maceo tiene otro pensamiento de Gobierno: una junta de militares con un secretariado civil, pero él entiende que el país como país debe estar con toda su identidad representada.

“A Martí le decían presidente, y eso le provocó conflictos, incluso, con Gómez. Entonces él pensaba que en la Carta Magna también se le debía reconocer plena libertad al ejército, sin las trabas de una Cámara, como ocurrió en Guáimaro, donde se estableció el dominio de los civiles sobre los militares. Igualmente rechaza la idea de dos gobiernos, uno en Cuba y otro en el exterior. Y en sentido general, el Apóstol no fue más allá de estas cuestiones”.

El destacado historiador ahondó en que el día 3 de septiembre está Gómez en Jimaguayú, lugar donde cayó Agramonte, y se reúne el 13 la Asamblea, y el 14 con los 20 delegados.

Cuando se reúne la Asamblea, argumentó, se presentan tres proyectos acerca de la organización del gobierno de la República en Armas: uno con la tesis de Maceo, a favor de la centralización de poderes en los jefes militares; otro influenciado por el pensamiento martiano, que defendía la separación de funciones y el otorgamiento de amplias facultades para el gobierno civil como para el ejército; y una tercera propuesta, que estaba transida por el espíritu de Guáimaro.

La versión que fructifica es la de crear una especie de compromiso entre unos y otros. “Por lo que se concibe un gobierno formado por un presidente,  4 secretarios (una cartera de Guerra, una de Hacienda, otra del Interior y una del Exterior) y sus respectivos subsecretarios.

El 16 se firma la Constitución, el 18 se eligen los cargos y se precisa que cada dos años habría una asamblea que se encargaría de proponer los cambios necesarios de acuerdo con las nuevas circunstancias, algo que también sitúa a este cuerpo legislativo en un nivel más alto que Guáimaro.

Como agente en el exterior se designa a Estrada Palma, con lo cual se unifica el cargo del Gobierno Cubano con el del PRC. En opinión de este experto, Martí no quería que hubiera un gobierno interior y uno exterior, motivado quizá por lo que se ve cuando Estrada Palma pide la intervención de Estados Unidos.

Sobre la elección de un agente de Gobierno, señaló el profesor Yoel Cordoví, vicepresidente del Instituto Cubano de Historia de Cuba,  que al hacerlo no se tiene en cuenta al Partido, con lo que se desconoce una tradición de trabajo de Martí como figura esencial.

El investigador advirtió que, no obstante, estamos en presencia de un documento trascendental, que integra una tradición desde el punto de vista jurídico para la historia del país.

“Jimaguayú representa la necesidad de institucionalizar un proceso revolucionario. Estamos hablando de la Constitución de un Gobierno Revolucionario que incluye cambios ante determinadas condiciones que no viabilizaran el movimiento independentista. El documento es cardinal, además, porque es una declaración de principios”, subrayó.

En su análisis sobre este suceso, fue al itinerario de los delegados, quienes representan a una nueva generación que está de acuerdo con el radicalismo, con la separación de Cuba de España sin darle ningún tipo de opción a posturas que no fueran la independencia.

Marcada por esta realidad, la Constitución de Jimaguayú fue un paso superior desde el punto de vista organizativo, porque con la Cámara de Representantes elegida en la Asamblea de Guáimaro, se quisieron hacer ciudadanos cuando lo que era necesario eran los soldados.

De la misma manera que hubo una experiencia previa, añadió, esto no quiere decir que el concierto de maneras de pensar va a ser ideal. “Vamos a encontrar posiciones diferentes, pero la comprensión de las causas del Pacto del Zanjón los hace reafirmar más la libertad del Ejército Libertador”.

Es un proyecto, refirió, presentado por las posiciones militaristas, que buscan ciertas avenencias. Buscan un artículo donde se afirma la fuerza militar, porque el Presidente era el Generalísimo. A nadie le cabía la duda de que el General de Ejército tenía que ser Máximo Gómez. Y a la vez la Constitución de Jimaguayú es el camino para dotar a Cuba de su República.

El Doctor Antonio Álvarez Pitaluga, vicedecano de la Facultad de Historia de la Universidad de La Habana, aseguró que este hecho tiene una impronta tremenda en nuestra historiografía. “Y para entenderlo hay que partir de un elemento esencial, que es el valor cultural que nos aporta. Estamos hablando de un foco que germina y de cómo se configura una arquitectura jurídica”.

Sobre las miradas de los presentes, alegó que el 80 por ciento de los delegados representan a una nueva generación; y que aunque estaba el espíritu de las ideas de Martí, no se logra el equilibrio de poderes que él había previsto.

En los 24 artículos se abre un sendero de encontronazos entre el Consejo de Gobierno y el Ejército. “Y el pensamiento martiano no se logra alcanzar en la medida que él hubiera querido, porque hay un desconocimiento notable sobre este en los propios diálogos de los asambleístas. Conocen su sacrificio humano y su capacidad organizativa, pero no podemos decir que hubieran interpretado sus documentos. Porque tampoco existe en ese momento toda una documentación procesada como para asimilar su dimensión. Se conoce su labor, su sacrificio, su capacidad, pero no así su pensamiento”.

Martí tenía la intención de una reunión política, reconoce, pero probablemente en ella buscaría el equilibrio de poderes entre civiles y militares, algo que se había convertido en una obsesión a partir del análisis de la contienda del 68. “De forma general Jimaguayú vuelve a encerrar a la estructura militar y la aleja de las decisiones políticas. Se produjo una transacción política, más que ideológica, al concederse cuestiones innegables como el cargo de General en Jefe a Máximo Gómez y la conducción del Ejército Libertador en calidad de Lugarteniente General a Antonio Maceo, pero todo ello alejados de las decisiones políticas”.

A 120 años de aquellos históricos días, también alcanza relevancia este suceso con la inclusión del Certificado de inscripción de la Constitución de Jimaguayú en el Registro Nacional del Programa Memoria del Mundo de la Unesco.

La experta Yolanda Díaz Martínez, del Archivo Nacional de Cuba, precisó que este original siempre estuvo en el Archivo Nacional, a la vista de muchos, y sin embargo nunca se sospechó que fuera el auténtico.

“Se le hizo el estudio morfológico a la tinta y también se supo que el papel, conocido como mecánico, tiene fibras de madera que le dan ese color amarillo y un alto contenido de hierro.

“Este documento, de unos 70 por 90 centímetros, estuvo dentro de un expediente, luego se pegó en una tabla de bagazo, por lo que hubo que hacerle un trabajo de restauración.

“En la parte inferior derecha, sostuvo, tiene un cuño que ofreció varias pistas. A Cisneros Betancourt se lo entregan para que formara parte de los documentos del Gobierno, y él lo envió a la delegación en Estados Unidos. Después fue hasta Argentina, a parar a las manos de Emiliano Estrada, primo de Tomás Estrada Palma. En el año 1945, Tirso Mesa donó el documento al Archivo Nacional”.

El 16 se firma la Constitución, el 18 se eligen los cargos y se precisa que cada dos años habría una asamblea que se encargaría de proponer los cambios necesarios de acuerdo con las nuevas circunstancias, algo que también sitúa a este cuerpo legislativo en un nivel más alto que Guáimaro.

La experta Yolanda Díaz Martínez, del Archivo Nacional de Cuba, precisó que este original siempre estuvo en el Archivo Nacional, a la vista de muchos, y sin embargo nunca se sospechó que fuera el auténtico.

Sobre la elección de un agente de Gobierno, señaló el profesor Yoel Cordoví, vicepresidente del Instituto Cubano de Historia de Cuba, que al hacerlo no se tiene en cuenta al Partido, con lo que se desconoce una tradición de trabajo de Martí como figura esencial.

El Doctor Antonio Álvarez Pitaluga, vicedecano de la Facultad de Historia de la Universidad de La Habana, aseguró que este hecho tiene una impronta tremenda en nuestra historiografía.

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