La niña que nació en una cueva (+ Video)

Su padre muere con 20 años el 20 de agosto de 1957, y recuerda la Generala Teté Puebla, “en ese mismo año nació la niña, yo la recogí y la mandé para La Habana para que la atendiera Celia Sánchez. Eugenia no tiene más familia que nosotros”.

Por Manuel Alejandro Hernández, especial para la Mesa Redonda

Fotos: Roberto Garaicoa

La emisión del pasado viernes 9 de diciembre del espacio televisivo Mesa Redonda: “Historias de Vida”, contó con la presencia de Eugenia Palomares Ferrales, Hija de la Revolución, y autora de los libros Bajo el sol de la Sierra, y de la novela Celia, mi mejor regalo. En Bajo el sol de la Sierra reconstruye la historia de su padre Pastor Palomares. El apellido Ferrales se lo debe a la gran mensajera del Ejército Rebelde, Acosta Ferrales.

Su padre muere con 20 años el 20 de agosto de 1957, y recuerda la Generala Teté Puebla, “en ese mismo año nació la niña, yo la recogí y la mandé para La Habana para que la atendiera Celia Sánchez. Eugenia no tiene más familia que nosotros”.

¿Qué sientes cuando habla Teté Puebla?

Mucha emoción.

¿Quién era Pastor Palomares?

Mi padre era arriero. Trabajaba en la tienda del terrateniente Clemente Verdecia. Una tienda que después se convierte en lo que es la armería y se reúnen en ella en varias oportunidades la dirección del M-26-7. Y mi padre era uno de los que llevaba alimentos a los guerrilleros. Después se incorpora a las filas rebeldes porque era un hombre alto, fuerte y además conocedor de la zona y con un buen desenvolvimiento en la misma. Tenía quinto grado. Fidel lo llamaba el muchachón y Universo Sánchez lo capta, quien junto a la generala Teté me cuentan su historia.

¿Cómo logras tener una foto de tu padre si él nunca se retrató?

En 2007 logramos una reconstrucción fotográfica de mi padre. Como era un campesino humilde solo tuvo fotos de uno, dos y tres años. En un principio tratamos de envejecer una de esas fotos. Pero cuando insumamos sus restos, con la ayuda del doctor Héctor Soto de criminalística pudimos reconstruir su cráneo y con las nuevas tecnologías pudimos reconstruir su rostro. Yo que nunca lo había visto, pude conocerlo por primera vez.

Usted nace literalmente en la cueva de la Jutía que está en el alto del Naranjo, en la Plata, desde donde se puede caminar hasta encontrar la casa de Fidel en la Sierra Maestra.

Los guerrilleros le hicieron un refugio a mi familia en esa cueva. Pero mi abuelo decidió que era mejor irnos para las cuevas porque durante los bombardeos podíamos morir todos si tiraban alguna bomba. En esa cueva se guarecieron alrededor de 14 personas. En ese momento a mi madre se le presenta el parto y mis abuelos fueron los que la asistieron. Balbina Ferrales se llamaba mi madre.

Como de novelas el amor de tus padres, un flechazo…

Fue un amor muy lindo el de mi papá y de mi mamá.

Él muere con 20 años, pero antes deja dicho: atiendan a mi niña. Por otra parte, se sabe que es imprecisa la fecha de tu nacimiento.

Yo no sé cuando nací. En uno de los momentos en que Celia recordaba cosas me dijo que la fecha que mi abuelo recordaba de enero de 1958 no era posible. Ella solo recordaba que era en el mes de octubre. Porque en ese mes ellos llegan a esa zona a alguna reunión y se enteran que había nacido la niña de Palomares. Y entonces ellos, el Comandante Fidel y Celia me bautizan. Yo escogí el 15 de octubre, porque ella se queda definitivamente en la Sierra un 15 de octubre. Recuerdo que por aquel entonces nos visitaba con frecuencia Melba Hernández. Y además recuerdo que había mucha afinidad con Nguyen Van Troi, quien muere casualmente un 15 de octubre también.

A mi madre hubo que realizarse una improvisada cesárea con una cuchilla Gillete, y hubo que callarla porque los casquitos se encontraban cerca y no nos podían encontrar.

Y tu llanto.

Alrededor del lugar había unas matas de café, y con unos pedacitos logran calmar mi llanto con el amargor del café. Lubertino y otros guajiros fueron al arroyo a buscar agua para poder asear a Balbina. Para mí eso fue una leyendo, que fue creciendo junto conmigo.

¿Tú nunca mamaste del seno de tu madre?

Yo nunca cogí el pecho de mi madre, ni tomé leche de vaca. La leche condensada era la única que me gustaba. Y se lo comunicaron a Celia, y entonces ella crea una cuota que siempre me mandaban a mí.

Era usual que los campesinos de la zona les pidieran a Fidel y a Raúl que bautizaran a los niños. Era el padre Sardiñas quien realizaba los bautizos.

Celia manda a buscar la canastilla para mí. A través de Clodomira Acosta. Le mandan un aviso a Silvia, la hermana mayor de Celia que tenía una canastilla que ella misma había hecho.

Mis abuelos me hicieron muchas anécdotas de las visitas de Camilo. Por lo que cuenta, Camilo llegó preguntando por la niña de palomares. Parece que mi padre fue muy querido en la tropa a pesar de su juventud, parece que fue muy responsable.

La van a ver a esa niña, el Che y Camilo.

Mis abuelos me hicieron muchas anécdotas de las visitas de Camilo. Por lo que cuenta, Camilo llegó preguntando por la niña de palomares. Parece que mi padre fue muy querido en la tropa a pesar de su juventud, parece que fue muy responsable. En un momento determinado a él le dieron la ametralladora 30, que era la única que tenían en la tropa. Un día Camilo preguntó si la niña tenía medias, y mi abuelo se las dio y él me las puso.

Se cuenta que el Che estuvo en tu casa porque llevaba una semana sin poder ir al baño y tu abuelo lo curó.

Mi abuelo era espiritista y curandero. Curaba con hierbas medicinales y sobaba y quitaba empachos. Y el Che fue a verlo de parte del Comandante, y estuvo una semana en la casa para curarse. Dice mi abuelo que el Che tenía un empacho muy grande, tenía la barriga muy abultada. Mi abuelo murió con 112 años, en una casita que le dio la Revolución.

En tus libros se cuenta también la idea de bombardear la Sierra con juguetes un día de reyes, una idea de Celia y de Fidel, que no solo era para darles juguetes.

Era para que perdiéramos el miedo. Teníamos mucho miedo cuando sentíamos un avión. Cuando los sentíamos nos metíamos debajo e las camas, detrás de una laja, o de un árbol grande. Aún después de la guerra. El comandante le da 500 pesos a Celia para que comprara los juguetes. Unas avionetas nos tiraron los juguetes, entonces los niños dejaron de huir. Los juguetes eran bultos grandes con muñecas, camioncitos, avioncitos. Entonces, así perdimos el miedo.

La idea también sirvió para familiarizar a los niños con los juguetes que cualquier niño de la ciudad tenía.

Mis muñecas eran de trapo. Yo vine a ver muñecas de verdad cuando vengo a casa de Celia.

En la Sierra dieron clase los guerrilleros también.

En mi zona dio clases el barberito. Celia manda 20 pesos para que compraran madera y pudieran hacer unos bancos y se creó una escuela improvisada, que cuando sucedían los bombardeos se trasladaba hacia las cuevas. Mayormente era matemática y español lo que se impartía.

-Nenita te decían tus abuelos. También cuentan que tu madre no soportó la noticia de la muerte de tu padre y te deja en las manos de tus abuelos.

Mi madre sufrió mucho. Mujer joven, analfabeta. Se encuentra después un amor y prefiere dejarme segura con mis abuelos.

-Nenita creció como una flor silvestre en medio de aquel monte.

En los arroyos nos bañábamos. Llevábamos leña y hervíamos las ropas. Y con huevos para comer nos pasábamos el día en el arroyo.

-Celia insiste que quiere a la niña Eugenia.

Y mis abuelos no me quisieron mandar. Celia les pide a mis abuelos que cuando triunfara la Revolución ella quería a la niña. Y mi abuelo dijo que sí, pensando primero que si triunfaba la Revolución ellos no se acordarían más de la niña, o que tal vez la Revolución ni llegaba a triunfar. Pero alrededor de 1964 Celia empieza a mandar telegramas para que le manden la niña, y manda varios recados con el morito, Radamel Charrú, el capitán, a quien le prohíbe regresar a La habana si no lo hacía con la niña, un interesada orden del Comandante.

-¿Cómo fue ese viaje a La Habana?

Muy triste. En un principio estaba embullada con los caramelos del morito. Entonces mis abuelos decidieron que si mis padres no me podían atender, que mis padrinos se encargaran.

-Por el camino en cada pueblo preguntabas si ya estabas en La habana.

Sí. Cuando llegamos a Manzanillo lo pregunté por primera vez. Yo nunca había visto la luz eléctrica, ni el pavimento. Cuando llegué realmente me encontraba dormida.

Los Sánchez son muy familiares. Ellos nos acogieron con mucho cariño. Nos vinculamos mucho con sus familiares, y sus vecinos.

-Cuando la viste por primera vez te dijo, esta noche vamos a dormir juntas.

Se apareció vestida de verde sin ningún grado militar. Y cuando la vi, no la reconocía pero supe que era ella. Inmediatamente le pedí la bendición madrina. Y a partir de ese momento comienza mi vida a cambiar, porque ella me acoge con mucho cariño. No me dio la bendición como yo esperaba, no me dijo Que Dios te bendiga, ni Santica mi hija, como una esperaba, un hábito del Oriente del país. La bendición de ella era un beso y un abrazo. Mi abuelo me había advertido que mi madrina era una mujer muy delgada, muy delgada. Y mi padrino era un hombre con barba y las manos finas. Cuando lo vi por primera vez le pedí la bendición también pero tampoco me la dio, recibí a cambio un beso y un abrazo.

-Fue muy dura la vida en los primeros meses, sobre todo por la separación, y por la escoliosis que traías.

Yo venía con problemas de salud. Tenía la columna desviada por ayudar a mi abuela a traer agua desde el arroyo, por cargar agua del pozo. Yo estaba bastante virada. Entonces el doctor Álvarez Cambra fue mi primer médico. Me mandó un corsé, unos zapatos. Fue horrible el tratamiento. Yo no soportaba aquello hasta que mi madrina me hizo un fuerte regaño. Celia me dijo, primero tienes que curarte y después te mandamos a hacer ropa. Yo traía una cajita de cartón con dos javitas.

-Estudiar en el vedado, llegando de tan lejos. ¿Cómo fue la vida entre los chiquillos del vedado?

Hablaba muy mal. Yo todo lo decía al revés. Por ejemplo: “me se cayó”, en vez de “se me cayó”. Cuando jugaba en el balcón a los yaquis me pasaba mucho que llamaba al posta diciéndole: “cógeme la pelotica que me se cayó”. Entonces me limitaba mucho a hablar. Siempre esperaba a que llegara Celia, la única que me entendía.

-Estabas muy triste.

Yo lloraba mucho. Y extrañaba a mis abuelos.

-Y ¿qué pasó cuando conociste al Comandante?

Había mucho movimiento en la casa. Suena un teléfono blanco donde dijeron una contraseña que decía “ahí viene la gente”. Ana Irma comienza a arreglar el uniforme. Ernesta empieza a preparar el café. El conde empieza a limpiar las botas. Las únicas que estábamos tranquilas eran Celia y yo, que me quedé sentada en una banqueta. Entonces llegó el Comandante que saludaba siempre con mucho amor. A todas las mujeres nos daba un beso y un abrazo. Lo recuerdo muy risueño, tan lindo y tan feliz.

-¿Cuando él te ve, qué te dice?

Él siguió para la cocina, que después noté que era su costumbre, para tomar café. Celia va hacia donde yo estaba y le dice, Fidel esta es la niña de palomares, y entonces él viene a donde estoy yo. Le pido la bendición padrino. Él no me responde, en cambio me da un beso y un abrazo. Y me empieza a hacer preguntas. Sobre todo por mis abuelos. Mis respuestas eran muy concretas. Tenía miedo de decir algún disparate. De él me llamó mucho la atención las botas que estaban muy lustradas y brillosas, no tanto las manos como me decía mi abuelo.

-Entonces en ese momento Celia te informa que tú tenías hermanos que no conocías, que no eran hijos de Palomares, ni de Balbina, que eran hijos de la Revolución.

Antonio Luis García Reyes: se fijaba mucho en la organización. Era muy exigente, pero muy cariñosa. Aunque cuando te tenía que regañar, te regañaba duro. A las hembras las enseñaba a caminar, a vestirse, a peinarse, a cocinar. Yo llegué en 1963. En Santa María me fajé y me rompieron la cabeza, cuando me preguntó le dije que me había caído. Entonces me preguntó miles de cosas de la caída yo solo le respondía que sí, que había chocado con  la pared. Cuando se fue me dijo que yo era un mentiroso porque aquel golpe era imposible que hubiera sido con una simple caída. En el 1970 me hice radiotelegrafista. En la actualidad somos hermanos para las buenas y las malas. Eso fue lo que nos inculcó Celia y Fidel.

Exiquio Menéndez Sánchez: Fidel siempre tuvo una memoria magnífica, nunca olvidaba lo que prometía. Yo me pasaba un mes en Birán con Lina. Nosotros vivíamos cuando aquello en Celia 11. Siempre Lina me decía que estudiara para que seas útil a esta sociedad y seas un ejemplo para mis hijos. Todos nosotros estudiamos. Yo la acompañé hasta el día de su muerte. Me dijo que había cuatro cosas en la vida que ella adoraba y quería: “adoro y amo esta Revolución, a Fidel, a Raúl y a ti, quien intenté hacerle daño a cualquiera de ustedes, yo me lo como con las uñas”.

Ramón Fuentes Febles (Escambray): nosotros en Cojímar donde primero vivió Fidel no teníamos protocolo para visitar su casa. Eran dos edificaciones una al lado de la otra. En el segundo año de secundaria yo suspendí química y física, Fidel se entera y me manda a buscar. Me pregunta si yo iba a coger vacaciones y yo le respondí que no que yo iba a estudiar. Y esa noche me fui con unos diez libros más debajo del brazo para estudiar. Después de aquel día mas nunca desaprobé nada más. Nos hicimos verdaderos hermanos. Siempre tratamos de buscar un tiempo para volvernos a ver.

-Exiquio era el favorito de Celia.

Ella siempre se inclinó mucho por Exiquio. Nosotros todos nos queremos mucho.

-Tus hermanos te cambiaron nuevamente la vida.

Yo sé que Celia dijo, “Ernesta prepárate que vienen las lluvias”. Ellos llegaban con un alboroto. Y cada vez que llegaban tocaban odas las puertas.

-Entre ustedes se llevaban muy bien.

Es bueno que la gente conozca que estos dirigentes eran muy sencillos y humildes. Raúl era una gente divina en su vínculo con nosotros.

-Dicen que Raúl pedía permiso en la posta para ir a ver a Fidel.

Si, pedía permiso para ver si el jefe lo podía atender. Aunque fuera su hermano, él respetaba mucho a Fidel, “Celia, el jefe me puede atender” o “Nivaldo, el jefe me puede atender”. Y se quedaba esperando a ver si el jefe lo atendía o no.

-¿Cómo era la familia?

Los Sánchez son muy familiares. Ellos nos acogieron con mucho cariño. Nos vinculamos mucho con sus familiares, y sus vecinos. Ella cumplía con el CDR. Siempre pedía que le dieran el recorrido durante la guardia. Dentro de la casa había cotorritas, dos monos, un caos. Ella educó a los vecinos a que las frutas había que pedirlas.

-Pero hay anécdotas de la fuerte disciplina. ¿Qué pasó la primera vez que fuiste al cine Trianón? Dicen que se burlaron de ti porque dijiste “que televisor tan grande”.

Celia nos daba permiso para ir al cine. Una vez me fui sin permiso para la piscina. Y desde ese día Celia me llamó la atención, y me dijo que cada vez q saliera tenía que pedir permiso. Y desde ese momento siempre un posta nos acompañaba. Que ella le decía a Ernesta a donde iba, que en la casa todos debíamos saber dónde estaban los demás. Y nos fuimos un día al cine. Y un posta nos pasó a buscar y cuando llegamos a la casa se encendieron las luces. Y cuando llegamos Celia nos dijo, “cuando recojan el reguero que dejaron se pueden ir al cine”.

-Hay fotos en las que Celia aparece sentada en el piso con alpargatas y dices en tu libro que ella comía con el plato en la mano en un quicio de la casa.

Celia nos enseñó a cómo comer en un restaurant. Ella nos enseñó a comer. Porque cuando llegamos todos comíamos con los platos en las manos.

-A tus abuelos les dan una casita.

Yo quería imitar a mi madrina en muchas cosas. Ella me pide que llamara a Efrén para ver los muebles para la casa de tus abuelitos, que se había hecho en Jiguaní, y yo le pedí a Efrén de todo, un juego de cuarto con cama matrimonial. Con juego de sábanas, vajilla, juego de comedor. Hasta una litera. Me preguntó que por qué yo había pedido esa cantidad de cosas para mis abuelos. Yo entonces pensé que era porque les hacía falta. Me mandó entonces para Jiguaní a recibir lo que yo pedí. Era un contenedor de 40 pies. Y entonces eso me dio una pena. Y Celia me dijo que yo no era humilde, que yo tenía que aprender a ser humilde.  y eso es algo que trato cada día de mejorar.

-¿Qué te dijo Fidel cuando decidiste asumir tu vocación de maestra?

Fidel me dijo que lo más lindo que puede tener una persona es enseñar a los demás. Y que él pensaba que con el tiempo me iba a gustar mucho ser maestra. Y realmente me encanta.

-¿Qué te dijo Celia antes de morir?

Celia me dijo que no dejara nunca de leer, que no dejara de estudiar, y yo lo interpreté como que no dejara nunca de superarme. Y me he pasado la vida superarme.

Celia me dijo que no dejara nunca de leer, que no dejara de estudiar, y yo lo interpreté como que no dejara nunca de superarme. Y me he pasado la vida superarme.

3 Comentarios »

  • Dra Gina Cabrera dijo:

    Hoy le damos las gracias a los integrantes de la Mesa Redonda, especialmente a la periodista Arleen Rodriguez por esta Historia tan bella de la niña que nacio en una cueva, es uno de los miles de ejemplo de los que conocemos de Nuestra Revolucion que no dejó a nadie desamparado,y hasta los mas humildes , pudieron estudiar, a esos hijos de la Revolucion que hicieron Historia tambien, que crecieron junto a Celia, que se hicieron Hombres de bien,y siguen aportando un granito de arena a la Revolucion nuestro cariño.
    Si me quedo la curiosidad de saber donde quedó la madre de Eugenia?Gracias.

  • Lucila dijo:

    Gracias a los compañeros de la Mesa Redonda y a la invitada por presentarnos una historia desconocida para nosotros y tan hermosa, mi hijo y yo no lo podíamos creer, no pudimos evitar las emociones y las lágrimas, historias como estas no deben ser desconocidas por las actuales y futuras generaciones de cubanos y del mundo entero.

  • patria dijo:

    Esta es una de nuestras realidades, de principios, éticos, de la grandeza de la revolución que nos hizo nuestro querido Comandante y que sabremos dar continuidad.

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